España en panfletos

COMO sigamos así la industria de la pancarta va a salvar al sector textil en la dura competencia con los chinos. Desde el petrolero Prestige , la guerra de Irak, el 11-M, las negociaciones con ETA y lo del archivo de Salamanca raro es el mes que los partidos no sacan a la gente a la calle. El sábado que viene toca contra los matrimonios homosexuales y ya van ciento y la madre. Cuando la transición democrática el país se manifestaba hasta para pedirle la hora al gobierno, más que nada para darse un gustazo después de cuarenta años de acojono, y hacía bien, y recordarle de paso a Fraga que la calle no era suya, si acaso de nadie. Se coreaban cosas trementas, porque los ánimos llevaban mucho tiempo encanallados. Poco a poco volvieron después las aguas a sus cauces, cada cual votó sin más aspavientos a quien le dio la gana y hasta en el 1 de Mayo había que levantar de la cama a los secretarios de UGT y CC.OO. con toda la parentela para llenar dos filas en la histórica manifestación, especialmente con buen tiempo. Ahora los ánimos vuelven a estar encabronados y basta con un «pásalo» por la izquierda o un repique de campanas por la derecha para que medio país se eche a la calle cortándole el paso a la otra mitad. El día menos pensado va a haber un encontronazo. En el Parlamento no se oyen apenas discursos, sino tópitos y panfletos que huelen a naftalina de hace setenta años o más. Pero el olor es el olor y los dueños de los partidos azuzan a unos contra otros. Será por la caseta o por la Moncloa. Eso sí, entre ellos no se muerden.