Diario de León
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CARLOS CARNICERO
León

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EL OFICIO de asesino imprime un carácter casi sacerdotal en una religión diabólica. De ahí que quienes hicieron esos votos tengan reparos desde su moral, que es una amoralidad, en abandonar su dedicación. ETA tiene ante sí la última oportunidad de su historia de acabar de la forma menos mala posible, que no es buena, porque no puede serlo. Los atentados de las Torres Gemelas y el de la Estación de Atocha consumieron el último oxígeno que quedaba en Occidente para cualquier organización terrorista. Los que son de origen islámico están tan imbuidos de fanatismo -basan los asesinatos, en la mayoría de los casos, en su propia inmolación- que seguirán hasta que sean cazados en sus madrigueras con apariencia religiosa. Sólo durarán más porque su propia muerte forma parte de su formar de operar. En la banda ETA no se conoce vocación de inmoladores y se han dado cuenta de que el reloj de la cuenta atrás de la historia ya no lo detiene nadie. Los comandos directivos caen y su sucesión no tiene tiempo ni de instalarse en el despacho. La sociedad vasca, incluso quienes son más radicales, ya no creen que el camino de la violencia pueda conducir a sitio distinto que el de la derrota. Por eso ahora estamos asistiendo a la escenificación de una rendición a plazos en la que se intentarán guardar las formas en la medida que éstas no constituyan contenido. Ahora estos asesinos nos pretenden hacer la merced de que no van a matar a militantes políticos democráticos. La lectura de esta barbaridad, en quien se atribuye el derecho a la vida de los demás, puede hacerse desde la indignación o desde el pragmatismo. Formalicemos públicamente la indignación y acojámonos discretamente al pragmatismo desde la paciencia china de que al enemigo que huye hay que facilitarle la retirada si con ello garantizamos menos bajas propias y el final más rápido de la guerra. Nos esperan meses de gestos de la banda terrorista que sólo pueden tener una respuesta por parte del Gobierno: «siempre serán insuficientes, mientras no entreguen las armas». Pero debemos tomar nota de que la rendición de la banda ETA se va a producir en letras con vencimiento a plazo fijo, porque todos ellos, hasta el más conspicuo asesino, sabe que ya no tiene sitio para su negocio en la Europa del siglo XXI. Por primera vez están seguros de que su batalla ya no puede conducirles a la victoria.

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