Diario de León
Publicado por
JOSÉ ANTONIO FERNÁNDEZ LLAMAS
León

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EL CURUEÑO, comarca de belleza imponderable, se enfrenta con indignación, no exenta de cierto desasosiego, a la amenaza de los cables de alta tensión. Julio Llamazares abandera la rebelión contra el decreto arbitrario. Quien cantara como nadie el secular olvido al que se han visto sometidas estas tierras, denuncia ahora la perspectiva de atentado a su patrimonio natural -principal seña de identidad y única fuente de riqueza-. Premeditado, el acuerdo político no pretende minimizar el impacto ambiental, sino evitar actitudes contestatarias de otras zonas con mejor realidad económica y electoral de presente -barájense, en este punto, parámetros de envejecimiento y despoblación-. De este modo, lo que resultaba nocivo en comarcas elegidas en un principio ( Picos de Europa, verbigracia), no se considera tan perjudicial para las gentes del Curueño. Palabras parecidas han sido vertidas por algunos responsables de los gobiernos autonómicos de Asturias y Castilla y León. La sinrazón, son menos y mayores, deviene indecorosa. Dicho lo anterior, la exposición, ahora en curso, quiere ser descriptiva y sensibilizadora (para los políticos implicados también). Volviendo la vista atrás, anótese como en los años veinte se estudió la posibilidad de construir un sanatorio antituberculoso en las cercanías de La Vecilla; concretamente en la pedanía de La Mata de la Bérbula -término municipal de Valdepiélago-.Tal afirmación encuentra sustento en el contenido de un breve informe, emitido por el médico ovetense Nicolás Pérez García a instancias de la Diputación Provincial de León. Principia el informante reflejando con detalle la ventajosa situación geográfica del virtual sanatorio. A este respecto, debe hacerse notar, sin mayor dilación, que La Vecilla tiene el privilegio de ser enclave fronterizo entre las cuencas baja y alta del río Curueño. Un bajo Curueño que, hasta su desembocadura, campa a sus anchas regando generosamente los amplios praderíos que, acostados a la solana, extienden su manto por la margen izquierda. Y un alto Curueño que, sin embargo, mientras asciende hacia su nacimiento, se va encrespando, encajonando, casi sin darse cuenta, entre montañas; hasta el punto de, unos pocos kilómetros más arriba, verse en la tesitura de no tener más remedio que luchar para abrirse paso entre las enormes cortadas calizas que conforman las Hoces de Nocedo o Valdeteja. La cabecera de partido judicial constituía, ya en aquella época, un lugar bien comunicado por tren y automóvil. Incluso, Pérez García albergaba la esperanza de que pronto pudiera accederse por carretera a Asturias atravesando el puerto de Vegarada; proyecto, éste, nunca emprendido en la vertiente de la provincia cantábrica. En lo concerniente a las condiciones higiénico-sanitarias del entorno, el informante llega al convencimiento, y así se lo hace saber a la Diputación Provincial de León, de que reúne los requisitos de salubridad y tranquilidad necesarios para que el sanatorio antituberculoso cumpla su función de centro de cura y reposo. Aporta, asimismo, argumentos climáticos incontestables. Son el aire puro de montaña y el abundante agua, existente en toda la cuenca alta del Curueño, dos elementos que hacían idóneo el emplazamiento del sanatorio en este lugar. No obstante, si en la curación de los enfermos tuberculosos tiene una influencia más directa y decisiva el aire respirable -una altitud de mil treinta y seis metros certifica su calidad-, el agua devenía fundamental cuando se trataba de aliviar las afecciones de aquellas personas que acudían al balneario de Nocedo. Conocido establecimiento de baños y descanso, se encuentra encallado a la entrada del pueblo de su nombre, en la margen izquierda del río y a una legua, corriente arriba, de donde se quería construir el sanatorio. El balneario que, según dato no pacífico, pudo tener su origen en unas termas romanas, permaneció abierto desde 1900, año de inauguración de su edificio, hasta 1986, en que cerró definitivamente sus puertas. Cierre que trajo consigo el abandono y la ruina. Suerte no merecida por este remanso de paz y beneficios terapéutico cuya reflotación, pese a intentos, resulta hoy inviable por mor de una herencia con demasiados causahabientes. De igual forma, el proyecto de sanatorio antituberculoso, que contó con el respaldo de un informe médico favorable, no obtuvo, como cabría esperar de una actuación impulsada por la propia Diputación Provincial de León, los apoyos políticos y económicos necesarios para poder llevarse a cabo. Queda claro que aquí se planeaba construir un sanatorio antituberculoso, pero también, más allá del mero aspecto funcional, se había ideado erigir un privilegiado mirador sobre el río Curueño que, en estas tierras fluye, atravesado por puentes romanos y medievales, entre casonas blasonadas y castillos, hacenderas y concejos abiertos, arroyos y torrentes de luz. Mención especial merece la cascada de Nocedo o Montuerto, también conocida como Cola de caballo. Estruendo natural que, desde las alturas de las tierras valdorrianas y aprovechando un tajo abierto en la roca, precipita, en impresionante caída, las aguas del arroyo de Valdecesar sobre una pequeña balsa anclada, a la derecha del cauce principal, en un recoveco. Hoy en día, todo permanece imperturbable. La naturaleza es la única responsable de la belleza del lugar. La Vecilla, como antañazo, es la puerta de entrada a una cuenca alta del Curueño con sabor a épocas pasadas. La memoria del tiempo recuerda que esa puerta, únicamente, se abriría a la civilización modernizadora en dos ocasiones: hace dos mil años, con motivo de la construcción de la calzada romana, y a principios del siglo veinte, cuando se obró la actual carretera. La tarea, si tenemos en cuenta las estrecheces que impone la intricada orografía reinante, no debió resultar nada fácil. No obstante, los caminos del hombre se deslizaron por las márgenes del río con absoluto respeto al sempiterno orden natural. Siempre fue así. El mañana, empero, se vende distinto. Simplemente pretenden convertir la legua de la salud en kilómetros de partículas cancerígenas; el bello paisaje de montaña en tierra esquilmada ¿Para cuándo el pantano?

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