Más disparates

DISPARATE tras disparate. Así titulé ayer el contenido de este balcón. Describí las simplezas e idiocias de Esperanza Aguirre, de Arias Cañete y de no sé quién más. Unas a cuenta de la financiazción sanitaria, y otras por ese culebrón económico de la opa de Gas Natural a Endesa. Y, pura coincidencia, también ayer escuché -no me digan en qué emisora- al presidente popular, Mariano Rajoy, calificando igualmente como disparate la última ocurrencia de un político autonómico, en este caso del presidente de la Comunidad de Aragón, Marcelino Iglesias. En un ataque de no sé qué, de populismo, de insolidaridad o de egoismo, el socialista Iglesias adelantó que quiere blindar al río Ebro en la reforma del Estatuto de su Comunidad. El Ebro no ha sido cantado por los poetas con el mismo vigor que el Duero, pero también es un río padre. Al Ebro lo cantan en las jotas, pero no en las enciclopedias poéticas. Tiene razón Mariano Rajoy: es un disparate más de los muchos que estamos oyendo estos días. De la misma naturaleza que la propuesta de Convergencia i Unió, que aspira a poner grilletes a los ingresos, recaudando los impuestos del Estado. Después ya se verá lo que se restituye. Los nacionalistas catalanes siempre han tenido una obsesión: quedarse con la llave de la caja. Jordi Pujol se ha jubilado sin lograr su sueño. Sus líderes están aquejados del virus nacionalista. En tiempos de Convergencia i Unió en el Govern, el nacionalismo servía, entre otras cosas, para disfrazar la corrupción generalizada del 3%. Ahora, con el tripartito instalado en el Palacio de San Jordi, el mismo nacionalismo catalán sirve para disfrazar la incompetencia del Gobierno autónomo, como se demostró en el caso del Carmelo. Tal parece que el único político sensato y coherente es Josep Piqué, aunque para su desgracia, no le quieren en el partido conservador. Al menos, Ángel Acebes y Eduardo Zaplana lo rechazan desde la calle Génova hasta en pintura. Quizá, porque Acebes y Zaplana representan a otro nacionalismo, el españolista, con el que disfrazan su beligerancia y falta de espíritu democrático. Ahora bien, para encontrar disparates tampoco hace falta ir muy lejos. No hace falta arrodillarse ante la Pilarica, ni pasear por Las Ramblas. Anteayer mismo, en el Palacio de Fuensaldaña, el presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrerra, rechazó la responsabilidad de la Junta en la conservación de Los Principia y, por ende, del conjunto de los restos arqueológicos de la época romana que existen en León. Sin embargo, según el Estatuto de Autonomía, eso es competencia de la Junta. Lo que no es competencia de la Junta en general, ni de la Consejería de Cultura en particular, son los archivos nacionales, como el de Salamanca, en el que tanto tiempo y dinero ha empleado y perdido. Lo del Archivo de Salamanca es tema cerrado. Pese a todo, con el aliento de la Junta de Castilla y León, el corregidor Lanzarote no deja de enviar cartas a José Luis Rodríguez Zapatero para que se reconsidere la decisión. En síntesis: aquí todo el mundo juega al despiste y al escondite, pero pocos asumen sus verdaderas responsabilidades.