Diario de León
Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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TODO BERCIANO busca un tesoro escondido. Es una marca de este país remoto, hermoso y triste. Los poetas fueron, como siempre, los primeros en detectar el fenómeno. Guerra Garrido lo noveló en un volumen que fue finalista del Planeta mucho antes de que llegara Marsé a decir lo que todo el mundo piensa. Mestre lo escribió con letras de fuego en un libro que llora lágrimas sepia cada vez que lo abres. Luis Sanjuán lo cartografió con rasgos alucinados en un librito heterodoxo y febril. Hasta Pura Roy lo investigó en su apasionante obra, hoy inencotrable. En el Bierzo, todo el mundo lo sabe, hay tesoros escondidos bajo las piedras verdes de musgo y tiempo, entre las raíces de los castaños enfermos, en los castros desde los que los abuelos de nuestros abuelos contemplaban el milagro del bosque en movimiento mucho antes de que Macbeth temblara ante los signos del prodigio. La excepción es Ponferrada, donde los tesoros crecen en la superficie y cuanto más alto, más beneficio. Lazúrtegui soñó tesoros negros de los que hemos vividos casi un siglo, aunque hoy sus nietos vuelvan a cortar carreteras y a tirar huevos contra la piedras barrocas en un rito cada vez menos épico. Los investigadores de Cornatel descubren torres arcanas y catas de buscadores del Grial. Ya nos los dejó claro Umberto Eco: donde hay un misterio, detrás están los templarios. Y de los herejes de la cruz a la Copa Sagrada no hay más que un paso. Pero recordad: la obligación de todo buen berciano es buscar el tesoro, aunque sepamos que la búsqueda de un imposible conduce inevitablemente a la melancolía, una pandemia frecuente en los valles del Sil.

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