Los crueles

ALGO está sucediendo cuando el llamado acoso escolar ha pasado a ser noticia  en los telediarios. Algo malo, el hecho en sí mismo y lo que tiene de enfermizo; y algo bueno, pues hablamos de ello y anhelamos soluciones. Infancia y adolescencia sean etapas crueles, largo viaje iniciático de la personalidad,  pero eso no significa que las aulas se conviertan en siniestras páginas de Dickens. Aunque las explicaciones han de ser muchas, intuyo que una de ellas podría ser que cada vez es más breve la etapa de la inocencia, pese a que luego será uno de los pilares de la arquitectura interior adulta. Que unos menores graben con un móvil -por cierto, nada barato- una agresión a un compañero indica la existencia de varios dolorosos fracasos. Y el mayor de todos ellos es el fracaso de amor, cuando la compasión parece  p alabra ininteligible. Soy reacio a culpar al sistema de todo, pues creo en la capacidad para imponerse al entorno, pero uno ya no sabe qué pensar. Muchos de los juegos de ordenador que fascinan a nuestros hijos van más allá de la apología de la violencia, para entrar de lleno en la fascinación por el delito .Y pensar que en mis tiempos, cuando jugábamos disparándonos con el dedo, nadie quería ser el malo porque era el que al final siempre perdía... Quizá haya algo que hemos olvidado enseñar, o quizá simplemente esos precoces acosadores aprendieron lecciones que no debieron serles impartidas, en casa o fuera de ella. Y tal fracaso de amor ¿con qué arma puede ser combatido que con el amor mismo? Amor que no excluya la sanción y la ejemplaridad.