Diario de León

DESDE LA CORTE

Las tijeras y el «seny»

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FERNANDO ONEGA
León

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CONFIESO que pensé que la negociación del Estatuto de Cataluña se haría de otra forma. Me imaginé que diputados socialistas y representantes del Tripartito estarían hablando artículo por artículo. Esa era la impresión que producían las pocas, escasas y siempre contradictorias filtraciones que nos llegaban: un día, para asegurar que todo iba bien, y al siguiente para convencernos de que todo estaba atascado y sin salida. Lo que ayer se ha visto es que, si hubo esas conversaciones, hubo también una vía paralela: la redacción de una propuesta alternativa del gobierno que ayer se presentó. Vista desde Cataluña, esa contraoferta es dura. Por mucho que los partidos catalanes disimulen, es evidente que hay un recorte serio a sus aspiraciones. Tan serio, que la posición del gobierno se parece muy poco a la presentada por el Parlamento catalán. Si algo ha funcionado, han sido las tijeras. Se recorta el proyecto con contundencia y en las partes donde más duele a sus autores. Si los políticos de aquella comunidad son coherentes con todo lo dicho hasta ahora, se debiera dar por perdida toda posibilidad de acuerdo. Se ha dicho demasiadas veces que el término nación era innegociable. Lo mismo se puede aplicar a la financiación, a la Justicia o al blindaje de competencias, que eran irrenunciables no sólo para los nacionalistas, sino también para los seguidores de Maragall. Sin embargo, aso mbrémonos todos: la política es el arte de lo posible, y lo posible sigue siendo el acuerdo. Así lo dice el presidente Zapatero. Pero, si sus palabras siempre parecen fruto de su antropológico optimismo, esperanza parecida dejan ver los partidos de Cataluña. Resulta inevitable expresar extrañeza, pero también admiración: estos señores creen tanto en las posibilidades de un milagro por vía de pacto, que los recortes de la oferta del gobierno parecen más fruto de la imaginación que de las tijeras. Ni siquiera los siempre rebeldes de Esquerra han puesto pie en pared y se han lanzado al monte. Esto es «seny», sí, señor. Si me hubieran preguntado ayer por la mañana qué esperaba de la oferta gubernamental, hubiera respondido: una tormenta de palabras altisonantes y amenazas de ruptura o, como dice Pasqual Maragall, de «desafección». Pero está claro que Cataluña es otra cosa. Tengo para mí que estamos empezando a asistir al triunfo de la sociedad civil: las organizaciones de empresarios que reclaman al tripartito que pacte algo coherente, constitucional y sensato; que abandonen el sueño soberanista y bajen al suelo donde están los intereses y la serenidad para seguir construyendo riqueza. Pero, como tantas veces, ignoro si estoy confundiendo deseos y realidad. Por eso sólo sé decir: ojalá.

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