Diario de León
Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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YA LO cantaba Rubén Blades: «si naciste pa'martillo del cielo de caen los clavos». Al teatro, que nació como martillo de las conciencias, no cesan de lloverle clavos que le impiden ocupar el lugar, no que se merece, sino del que necesariamente debe disponer en una sociedad pretendidamente culta y sensible. Estos días seguramente no habrán leído la noticia sobre los datos estadísticos de las artes escénicas nacionales (perdón, quise decir estatales), porque esa información apenas ha ocupado unas líneas en medios especializados: las secciones de cultura de los generalistas han estado muy volcados con no sé qué papeles de una capital castellana. El caso es que, según cifras de la Sociedad de Autores -que son los que saben de esto porque al Ministerio de Cultura de nuestra nación/estado estas cosas no parecen preocuparle- las artes escénicas han recaudado en el año 2004 el doble que el cine español: unos 183 millones de euros de la escena frente a los 90 de la pantalla. Algo más de quince millones de españoles han asistido a una representación teatral frente a los escasos veinte que han visto una película patria, sumando co-producciones. Si se tiene en cuenta la abismal diferencia de trato mediático y la raquítica promoción del artesanal teatro frente a la pesada maquinaria publicitaria de la industria cinematográfica, las cifras son mucho más significativas. Les prometo que no es mi intención con estas líneas atacar al cine español -en buena medida necesitado de la misma medicina que el teatro: talento-, pero dado que en estos tiempos si no facturas no existes, no está de más sacar las cifras a pasear.

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