Diario de León

CON VIENTO FRESCO

¡Qué dilema lo de las civilizaciones!

Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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EL RUIDO ENSORDECEDOR que han levantado las caricaturas de Mahoma entre musulmanes y sus detractores occidentales hacen difícil oir voces más sosegadas. No me estoy refieriendo sólo al Papa Benedicto XVI cuando habla de respeto a las creencias religiosas y a que no todo vale ni todo ha de ser objeto de burla en la mal entendida, por algunos, libertad de expresión; algo con lo que estoy plenamente de acuerdo. También parecen estarlo ahora algunos que critican, como provocadores, a la revista danesa que inició el affaire y a las francesas que, por negocio, lo han secundado. Sin embargo, esos mismos hipócritas que se rasgan las vestiduras, por miedo o por que ven en el islam la nueva causa sustitutoria de sus viejas fobias antiamericanas, son los que, sin escrúpulo alguno, ultrajan los sentimientos y las creencias religiosas de los católicos. Se olvidan que, en el siglo XX, los católicos han sufrido persecuciones y dado más mártires que todas las otras religiones juntas, en todos los rincones del mundo, incluido España, país que durante la guerra incivil asesinó a más de nueve mil sacerdotes y religiosos. Me refiero a lo difícil que es discernir opiniones tan encontradas como las que, sobre las grandes religiones y los conflictos actuales, sostienen algunos pensadores. Leo estos días al teólogo Hans Küng en uno de sus últimos libros, En busca de nuestras huellas (De Bolsillo, 2005), en que fiel a sus conocidas posturas ecumenistas, analiza de forma sencilla y clara las grandes religiones universales que, en su opinión, es necesario conocer mejor. Desde él lanza el reto de lograr, sobre el sustrato común, humanista, de todas ellas (desde las politeístas orientales: hinduismo, taoismo y budismo, a las monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo), una ética universal común, que favorezca los contactos y las relaciones armoniosas entre los pueblos; pues el mundo no puede sobrevivir sin una ética universal, hay, por ello, que tender puentes: «La meta de un entendimiento interreligioso ha de ser una ética común a toda la humanidad». Al contrario del nihilismo y del cinismo una confianza de fondo en la realidad puede ser la base de una moral de fondo accesible a todos los hombres. Las ideas de H. Hüng parecen justificar las posiciones políticas de los que defienden una alianza de civilizaciones; pero chocan con una realidad bastante compleja y conflictiva. Utilizando como telón de fondo el libro de Samuel P. Huntinton El choque de las civilizaciones (reeditado por Paidós en 2005), el analista francés Laurent Artur du Plessis acaba de editar en España un polémico libro titulado La 3ª Guerra Mundial ha comenzado (Inédita Editores, 2005), en el que desentraña los ejes básicos de la Tercera Guerra Mundial, que ya se está desarrollando ante nuestros ojos, sin que muchos se hayan percatado. Aunque hay otros elementos, como la superpoblación, el agotamiento del planeta, las dificultades crecientes de la economía; el problema de fondo va a ser los choques entre civilizaciones y en concreto entre los mundos occidental e islámico, que se está extendiendo hacia otras partes, como los enfrentamientos religiosos de la India y Pakistán, países que poseen armas atómicas. Analistas como Gilles Kepel, en su libro La Yihad (De Bolsillo, 2002), piensan que el integrismo islámico, magníficamente analizado en ese libro, lanzado a una vorágine de acciones terroristas, está en sus estertores de muerte, y que el mundo islámico camina, pese a las dificultades, hacia una democracia islámica. Du Plessis, por el contrario, cree que este islamismo radical está en auge y que logrará triunfar, por la revolución o las urnas, y que tras ese triunfo arrastrará a muchos países musulmanes a una guerra, para la que ya se preparan nuevas armas, incluso nucleares como en Irán. Con estas ideas, el choque de civilizaciones está servido; lo de las caricaturas, es decir, su manipulación por el integrismo, no hacen más que ponerlo de manifiesto. Uno no sabe a quien hacer caso ¡Qué dilema!.

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