Diario de León

CON VIENTO FRESCO

Al borde de un ataque de nervios

Publicado por
JOSÉ A. BALBOA
León

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A JOSÉ LUIS Rodríguez Zapatero le hubiera gustado pasar a la historia como «José Luis el Pacificador». Con su sonrisa meliflua y sus artes mefistofélicas para la negociación -que por cierto, tan bien conocen todos sus compañeros leoneses a los que dejó tirados en la cuneta, los Barthe, Pedro Fernández y tantos otros- pensaba que podría engatusar a los criminales de ETA con sus cantos de sirena, aunque tuviera que hacer dejación de sus ideas -¿pero las tiene?- y, lo que es peor, aunque para ello hubiera de poner patas arriba y contra las cuerdas a las más altas instituciones del Estado. Incluso tuvo que hacer tragar a su propio partido -prietas las filas, recias, marciales- un estatuto catalán que, además del infarto de Ibarra -por el Clínico madrileño se cuenta otra versión más chusca-, ha generado una enorme tensión en el país por lo que se intuye de trato desigual y discriminatorio de unas comunidades de primera (a las que se les conceden incluso opas de gracia) respecto a otras de segunda. En todo esto y en mucho más ha cedido Zapatero para ablandar el terreno de una posible negociación con ETA, con la que por fin se acabarían cuarenta años de terrorismo. Ha buscado una tregua de la banda terrorista de forma lastimosa, pedigüeña: si no me la dáis, os la doy yo. Sus compañeros vascos han cerrado los ojos y tapado la nariz, y sobre todo la boca cuando los nacionalistas de toda laya aprobaban el otro día una resolución en el parlamento vasco para que no hubiera vencedores ni vencidos. Iten más, los socialistas piden a las víctimas olvidar el pasado cuando aún no es pasado sino presente y memoria. ¡Qué cinismo! Pedir a las víctimas que se olviden, cuando ellos abren fosas de la guerra civil y hablan de recuperar la memoria histórica y, mediante una ley, van a proclamar el 2006 como el año de la recuperación de la Memoria Histórica, pese a que ya no es memoria sino historia, pues a excepción de mi padre y cuatro más, no queda nadie que haya vivido aquellos tiempos y guarden memoria de los mismos. Zapatero dice comprender «humanamente» a las víctimas, a las que recibió en Moncloa después de pasar olímpicamente de ellas en Valencia; pero, añade, que es su responsabilidad como presidente acabar con la violencia, y por ello debe hablar con la banda terrorista. A ésta parece entenderla «divinamente». Pero la banda no lo entiende a él, y mientras el presidente habla de negociación, ETA sigue atentado con bombas para recordarle que aún está viva y coleando. La gota del desasosiego ha sido el comunicado del sábado, en el que los etarras no hablan de tregua, sino del derecho de autodeterminación, la anexión de Navarra y, en definitiva, de todas sus paranoicas reivindicaciones. Es una verdadera tomadura de pelo, que ha dejado al gobierno y al pobre presidente con el culo al aire. Pasaba Zapatero de la opinión pública -ayer conocíamos una encuesta de La Razón , según la cual más del 73 por ciento de los españoles está en contra de negociar con los terroristas hasta que no se rindan-, pues pensaba que tras la paz todo sería aceptable, los españoles tendríamos tantas tragaderas como él. Este jarro de agua fría ha puesto al gobierno al borde de un ataque de nervios, ejemplificado en la señora Fernández de la Vega. En Cataluña le salen a la calle miles de manifestantes clamando por ser una «nación»; tiene casi rotas sus relaciones con Maragall, al que ha dejado tirado por el acuerdo secreto con Mas; el PP le ha lanzado el órdago de un referendum, para el que ya ha recogido más de un millón y medio de firmas; en su propio partido se oyen voces de descontento cada día más altas. Todo esto para nada. Ayer el presidente tenía que reconocer que la solución al terrorismo de ETA será cuestión de muchos años y que para alcanzarla tendrá que contar con el PP, a cuyo presidente piensa llamar a la Moncloa. Zapatero vive en una continua ansiedad, al borde de un ataque de nervios. Si sigue así lo estaremos también todos los españoles.

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