Diario de León
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PEDRO ARIAS
León

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NUNCA me gustó el uso político del darwinismo. Eso de que somos una variante del mono y que hemos progresado mediante una lucha y selección de los más capaces para dominar a los supuestamente peor adaptados siempre me pareció una justificación seudocientífica de la maldad y las jerarquías ilegítimas. Una conjetura de escasa fertilidad para el vivir social. Lo que postula el darwinismo sociopolítico es que los más fuertes, duros e implacables en la lucha, controlarán la tierra. Un grave error histórico, ya que las personas más fecundas para la humanidad han sido los simios blandos, los disidentes, los profetas de la cooperación, la compasión y el amor inteligente. Ahí tenemos, el caso del cristianismo, una anomalía inasimilable por la ideología de la astucia adaptativa. Que a pesar de sus numerosos errores, fanatismos, excesos e intolerancia, ha iluminado los fundamentos del Estado de derecho moderno, desarrollado una sólida ética de la solidaridad y configurado la conciencia del yo interior libre. Sin él no se explica la vanguardia histórica de Occidente en la historia contemporánea. Y todo fundado por un espécimen pobre, de la periferia del imperio romano, que fue crucificado por los simios ganadores del momento y despreciado como un soñador inadaptado a la época. Mientras que otros primates de línea dura como Hitler y Stalin, crearon sendos infiernos concentracionarios, el uno racista, el otro utópico, que fueron la mayor tragedia de sus pueblos. A estas alturas sabemos que lo que importa no es el mapa genético ni la especie, sino el pensamiento, la ética real, la actitud ante la verdad y la evaluación experimentada de las consecuencias de la acción colectiva. Pero el grupo socialista propone una ley para los derechos cuasihumanos de los simios por afinidad paleontológica. Lleva demasiado lejos su política de la memoria histórica. Y lo hace cuando el Congreso acaba de recibir las firmas de cuatro millones de ciudadanos pacíficos y pagadores de impuestos, que piden un referéndum democrático sobre asuntos cruciales de la tribu. Y que son ocho veces más que las obtenidas por sus antecesores para el referéndum de la OTAN. La defensa socialista del mono iletrado no se basa precisamente en el espíritu y testimonio de san Francisco de Asís, precursor espiritual de los ecologismos modernos. Es una medida más de la guerra ideológica para adormecer a los electores. Aquí la deriva estatutaria es una deconstrucción del Estado en toda regla, y la paz con ETA, una ciega e innoble rendición ante el terrorismo independentista. Pero nos salen con que olvidemos el presente y nos remontemos al más lejano pasado; hasta un milenario progenitor X, donde es de suponer que resida el origen del talante. Todo acabará como una escena más de un tiempo de esperpento.

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