Diario de León

TRIBUNA

Las apariencias engañan

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El presunto fraude de Fórum Filatélico y Afinsa, a más de 350.000 personas, representa cerca del 12% del ahorro generado por las familias españolas ( 61.000 millones de euros) en 2005, según información del INE. Estos datos esclarecen la dimensión de la presunta estafa que los jueces de la Audiencia Nacional tienen entre manos. Si dejamos a un lado la dimensión económica y la implantación comercial de las marcas implicadas, tras más de veinte años de actividad, en el resto de su desarrollo y desenlace, parece que estamos ante una estafa más de las muchas que ya hemos visto a lo largo de los años. Todas ellas han tenido en común el discurso comercial de grandes beneficios sin riesgo, convirtiendo, a priori, en más inteligentes y avispados financieramente tanto a los clientes de esas entidades como a los empleados, respecto de aquellos que tienen la certeza de que esa realidad financiera de « rentabilidad sin riesgo» no existe ni existirá . ¿ Quién quiere ganar un 2 ó 3% en activos financieros o imposiciones a plazo tradicionales, si tiene asegurado como mínimo un 6% «sin riesgo» invirtiendo en sellos? ¿Cómo puede haber ahorradores que prefieran soportar los vaivenes de los mercados de capitales, para intentar superar la inflación, si invirtiendo en sellos se tiene asegurado como mínimo un 6% «sin riesgo»?. Los clientes y los empleados de Fórum Filatélico y Afinsa creyeron encontrar la respuesta que les colocaba entre un grupo de privilegiados que habían conseguido eliminar de sus vidas financieras «el riesgo». Traumáticamente, el tiempo les ha demostrado que ellos eran los que estaban equivocados. ¿Por qué se llega a caer con carácter general en las estafas como las que hemos visto en los últimos años? Varios son los errores que se repiten casi de forma sistemática por quienes son objeto de la estafa: El primero de los errores que comenten quienes caen suele ser el aceptar como irrefutables las premisas de que se pueden obtener altas rentabilidades sin riesgo, o que se puede eludir el pago de impuestos. Esa aceptación sin cuestionárselo, denota en la persona un desconocimiento absoluto de la realidad financiera, y el hecho de estar siendo asesorado por alguien que desconoce lo más elemental sobre el mundo de la inversión, o sabiéndolo, interesadamente no lo pone de manifiesto. En el peor de los casos, a lo anterior se suma la intención de defraudar a Hacienda, lo que puede ser constitutivo de delito, porque una cosa es intentar pagar lo justo aprovechando lo que el legislador aprueba y ahorrarnos todos los impuestos que podamos, y otra bien distinta incumplir la ley. El segundo de los errores es creer que las marcas son garantes de las actividades que se ejercen por mucho tiempo que lleven en el mercado y por numerosas que sean las personas que confían en ellas. Como todo en la vida, lo que se construye sobre barro tarde o temprano termina desmoronándose. En el mundo de los negocios, ocurre lo mismo. Cuando hablamos de dejar dinero en manos de terceros lo fundamental es informarnos de la legislación que ampara a ese negocio y en qué posición estamos como clientes, es decir, qué producto nos quieren vender, quien da la garantía, de donde proviene la rentabilidad que se nos ofrece, qué riesgos reales asumimos y a quienes tendremos que pedir responsabilidades si se incumple la legislación. El tercero de los errores que se comente es confiar en las personas por el sólo hecho de ser conocidos o de que son «buenas personas». Por supuesto que la confianza en las personas es fundamental cuando de salud o dinero hablamos, pero esa confianza debe estar fundamentada en las cualidades profesionales de quien nos merece confianza personal, y por supuesto en la solidez de la actividad que ejerce. Saltarse todo este análisis para tomar una decisión sobre dónde colocar nuestro ahorro es sin duda una imprudencia temeraria, sólo reprochable a quien lo hace y que siempre suele terminar en frustración e incluso en estafa. Por tanto no vale eso de no hay en quien confiar, sino que hay que estar preparados para saber en quien confiar. El cuarto de los errores es creer que ya lo sabemos todo sobre dónde invertir nuestro dinero en cada momento, o que no necesitamos saber nada, porque lo de siempre es lo que vale o porque no tenemos suficiente dinero. El mundo es cambiante en todos sus campos, pero el financiero junto con el tecnológico, superan con creces al resto. Poder ahorrar y gestionar el dinero para el futuro, no perdiendo poder adquisitivo y por supuesto no caer en ninguna estafa que acabe con nuestros ahorros, no es tarea fácil y cada vez será más sofisticada. Sólo el interés que se muestre en aprender a través de la prensa especializada, de acudir a conferencias, escuchar a quienes conocen estos asuntos y por supuesto trabajar con profesionales y entidades muy buenas, nos permitirán avanzar por este complejo mundo de las finanzas. En nuestro país en estos momentos, afortunadamente, todo esto es posible para cualquier tipo de inversor que desee hacerlo gracias al desarrollo que el mercado financiero ha tenido en los últimos años. ¿Qué riesgos estamos dispuestos a asumir y a cambio de qué?. Existen dos palabras en nuestro diccionario que intentamos hacer desaparecer a toda costa, como son riesgo y sufrimiento. Nadie quiere ninguna de las dos en sus vidas, objetivo tan digno como utópico. La realidad es que tendremos que convivir con ellas hasta el final de los tiempos y por tanto cuanto más sepamos sobre ambas, mejor podremos paliar sus efectos. Desde el punto de vista financiero el riesgo no se puede eliminar, sólo se puede limitar en el tiempo y en la cuantía. La inflación devora los patrimonios si no se rentabilizan por encima de la misma y en cualquier escenario hay muchas incertidumbres con las que tenemos que convivir. ¿Qué pasa si quiebra el Banco en el que tengo mis depósitos?, ¿Qué pasa si quiebra alguna de las empresas que cotiza en bolsa y tengo acciones de la misma? ¿Puede quebrar un fondo de inversión? ¿Puede quebrar un Banco Central? , todas estas preguntas tienen respuesta y en ningún caso estamos absolutamente protegidos. Los riesgos que asumimos cuando elegimos qué hacer con nuestro ahorro, lo que tienen son más o menos probabilidades de que sucedan y un grado de protección mayor o menor, de ahí que tengamos que aceptar aquellos cuya probabilidad de materializarse sea menor. Parece poco probable que la Reserva Federal Estadounidense o el Banco Central Europeo puedan quebrar actualmente, como tampoco es fácil que quiebren todas las grandes empresas que cotizan en bolsa en los países democráticos. La rentabilidad es la cuestión secundaria, que debe tener como límite mínimo la inflación del país en que residamos. Los riesgos que no se deben aceptar bajo ningún concepto son aquellos en los que la seguridad de nuestro ahorro no está protegida por la legislación de cada país y por el funcionamiento normal del sistema financiero mundial. ¿Debe la Administración Pública hacerse cargo de los daños causados por las estafas?. La respuesta que darían quienes se ven afectados por supuesto sería que sí. En la práctica las cosas no son tan fáciles. Si la Administración tuviese algún tipo de responsabilidad por supuesto que sería su obligación, en cualquier otro caso no se le puede exigir, dado que sería utilizar el dinero de todos los ciudadanos para financiar a los estafadores. En este supuesto el número de negocios para estafar aumentaría exponencialmente porque los ciudadanos no tendrían conciencia de riesgo en su patrimonio personal y por tanto no serían tan prudentes en la toma de sus decisiones de inversión. Lo que debe hacer la Administración es legislar con la mayor claridad posible y facilitar la información a los ciudadanos, así como intervenir cuanto antes en los negocios que no cumplan con la legislación para que los jueces hagan su trabajo y evitar que muchas más personas se vean afectadas, como desgraciadamente ha ocurrido con Fórum y Afinsa, cuyos problemas contables se remontan como mínimo al año 2003. Una vez que el daño está causado, la Administración debe habilitar todos los mecanismos posibles para que los afectados están perfectamente informados y que puedan ejercer sus derechos en los tribunales. Finalmente será una sentencia judicial la que establezca las responsabilidades y daños para los afectados. Prudencia, formación e información son las únicas vías para protegerse de situaciones fraudulentas que seguirán existiendo en el futuro.

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