Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS

Y comieron cachelos

Ponferrada

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NI MÁS ni menos que una boda bajo las estrellas. Rodeados de montañas, a los pies de un castillo en ruinas y con invitados de la realeza. Sucedió el sábado en Balboa, y no es un cuento de hadas, aunque hubiera príncipes invitados -nadie en realidad esperaba que aparecieran- y servidores de la Corona involucrados en el festejo; el novio, sin ir más lejos, que está en la Guardia Real, y el tío de la novia, que lleva los asuntos del Rey después de haber sido embajador de España en el país más monárquico del mundo. En una semana en la que la tierra ha temblado, la bronca en torno al Plan General de Ordenación Urbana de Ponferrada ha crecido en intensidad y Las Médulas han estrenado una «puerta» de entrada de acero corten en Puente Domingo Flórez, he de reconocer que lo que más me ha llamado la atención ha sido una boda donde se sirvió jamón con queso, cordero asado y pulpo con cachelos. Ahí es nada. Los Príncipes de Asturias estaban invitados, aunque fuera por pura cortesía, y a pesar de la impronta aristocrática que de antemano se presupone a una ceremonia a la que podrían haber asistido los herederos de la Corona, la fiesta de Balboa tenía un aire popular que encajaba a la perfección con el entorno natural donde se celebró. La verdad es que el cielo se acabó encapotando, incluso cayeron algunas gotas de lluvias antes de que apareciera la novia, y es posible que ninguno de los invitados pudiera bailar bajo las estrellas la noche del sábado. Pero rodeados como estaban de piedras viejas y nuevas -las del castillo medieval a punto de derrumbarse, y las del auditorio que el Ayuntamiento está construyendo a pocos metros- hay que reconocer que no eran imprescindibles los astros en el cielo para imprimirle a la boda un halo romántico. El asunto se pudo haber estropeado, no tanto por la lluvia, como por la filtración de que los Príncipes de Asturias estaban invitados. Alguien debería haber sido más discreto; en primer lugar porque la seguridad de la pareja real no es un asunto para frivolizar si realmente tenían intención de asistir al enlace -y el rumor llevaba varios días circulando-, y si estaba descartado de antemano que vinieran, porque la intimidad de los novios bien merecía la oportunidad de que nadie ajeno a la fiesta les pudiera molestar. Y el mismo sábado, en la otra punta del Bierzo, tuvo lugar otra boda menos mediática, pero no menos importante por lo que representa. Víctor y Rafael se convertían en la primera pareja gay que se casaba en Bembibre. «Hoy es un día mayúsculo para la libertad en Bembibre», decía el concejal que los casó. Y aunque resulte exagerado, es verdad que cuanto más pequeño es el lugar, más grandes son los prejuicios, y más difícil resulta superarlos. Así que bienvenida sea la boda (mediática) de Víctor y Rafael si sirve para que pronto se cumplan las palabras que este último, todavía emocionado, pronunciaba al acabar el enlace. «Esperamos que se animen más parejas, que somos muchos, y esperamos sobre todo que llegue el día en que los matrimonios como el nuestro no sean noticia si no una cosa natural», dijo. Y que vivan los novios (...y la novia).

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