Atención al cliente

EN LOS AEROPUERTOS ha desertado mucha gente de la que hacía terminables colas -todo se acaba- ante las ventanillas de atención al cliente. Se está poniendo muy difícil eso de viajar, ya que cada vez hay más probabilidades de que el trayecto sea el último y tomemos tierra en el sentido más literal de la expresión. El terrorismo ha logrado que nuestras vidas estén en el aire y dejen de ser nuestras porque se las lleva el viento. Por ahora se ha impedido el proyecto de hacer volar a diez aviones a mayor altura de la prevista, pero ¿quién puede luchar contra los fanáticos que desean morir acompañados de desconocidos, con tal de estar, instantes después, en compañía de las huríes del Profeta? Ahí sí que hay grandes colas. Ante la ventanilla de Alá esperan ser elegidos los asesinos suicidas. Sumidos como estamos en ardorosos problemas internos, se les presta menos atención a los globales. Lo que nos importa más no es el alto el fuego en el Líbano, sino en Galicia. También estamos atareados con aplicarles a las medusas, que son como un gin-tonic cabreado, el mismo tratamiento que a los inmigrantes: evitar que lleguen a nuestras playas. La Dirección General de Costas va a poner en marcha un plan y por lo pronto ya dispone de banderas de diversos colores, según la peligrosidad de las orillas. Todas de tela marinera. El máximo riesgo tanto para los que están en el mar como para los que están en el aire es el terrorismo. Julián Marías se pasó la última fase de su ejemplar vida advirtiéndonos de que el futuro está amenazado por dos fenómenos nuevos: el terrorismo organizado y la aceptación social del aborto. Ha sido una verdadera lástima que las madres de los terroristas no practicaran esto último. No me canso de lamentarlo.