Manguera y bronceador

EN SU FUERO interno, es seguro que Alberto Núñez Feijoo, líder de los populares gallegos, sabe que el martes 8 de agosto patinó. Aquel día visitó Meis, un concello de la provincia de Pontevedra asaltado por el fuego. Perfectamente atildado para un día de campo, el líder de la oposición empuñó una manguera y se puso a chiringar cara al humo. El momento fue inmortalizado, lógicamente, por las cámaras que siempre siguen a cualquier político de fuste y gozó de gran difusión. Fue un gesto equivocado, porque realmente no estaba trabajando y porque banalizaba el esfuerzo de la gente que a esas mismas horas sí se jugaba el tipo frente a las llamas. Enseguida se vio que era desafortunada para el protagonista, pero de una gran contenido político y extraordinariamente polémica. Los medios no lo dudaron. Pero el lance chusco de Feijoo no puede convertirse en el gran argumento de lo que ha pasado en Galicia en once días de catástrofe. Anteayer, Ismael Rego, el jefe del grupo socialista, replicó en el Parlamento gallego al jefe del Partido Popular enarbolando la foto de la manguera. Pero quizá sería más útil para los gallegos que Rego hubiese dedicado sus esfuerzos dialécticos a despejar las dudas sobre si la coordinación funcionó bien o no; o si se contrató a tiempo a los brigadistas. También empieza a ser interesante alguna explicación más concreta sobre quién quemó Galicia y con qué móviles. En su turno de réplica, Feijoo, que no está en racha estos días, se defendió diciendo que mientras Galicia ardía, Pérez Touriño se ponía moreno en su casa «con un autobronceador». Fotitos y cremitas. Demasiada salsa rosa para una Galicia perpleja ante lo que ha pasado y ávida de respuestas.