Diario de León
Publicado por
JOSÉ LUIS MEILÁN GIL
León

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ACONTECIMIENTOS de primera magnitud quebraron la tradicional pausa estival en el hemisferio norte. La devastadora guerra en el Líbano no está todavía bien cerrada, como fácilmente puiede entenderse. La trabajosa resolución de Naciones Unidas ha dejado un poso de insatisfacción generalizada acerca de su autoridad. Misiles y bombas caían, en proporciones diferentes, pero reales, mientras se encontraba la fórmula que conciliase un consenso. Existe la conciencia, interpretada de distinto modo, de que en esa zona que llega hasta Irán se está jugando una partida fundamental con cartas marcadas por el odio, la intransigencia, la venganza y cálculos e intereses de variada índole. Nocivos ingredientes para una solución estable. La inseguridad, que sacudió un 11-S de un modo inesperado a la sociedad americana, ha vuelto a asomarse con las amenazas en aviones procedentes del Reino Unido- Otro aviso en Alemania parecería indicar que el temor, a infundir por el terrorismo, pretendiese instalarse como una niebla opresiva en un Occidente confiado en su rutina consumista. La globalización permite pensar que sea insuficiente la defensa contra fenómenos locales de esa naturaleza. Disidentes o células autónomas pueden colaborar, integrando motivaciones diversas, en el fin último del terror. Este mundo globalizado, que hace posible conocer situaciones de injusta desigualdad a escala mundial, exige decididas políticas de cooperación. Las imágenes reiteradas de cayucos que desembarcan africanos en costas españolas constituyen una llamada de urgencia. Esa estampida humana golpea la sensibilidad. No voy a hurgar hoy en el acierto o desacierto de la política de inmigración, ni de nuestra política exterior. La desatención efectiva de la Unión Europea no favorece el entusiasmo por un europeísmo que vaya más allá de determinadas ventajas económicas. Se trata de un problema que afecta al liderazgo moral al que Europa no debe renunciar. Al visitarla, he encontrado una Galicia de montes calcinados. La visión desde el medio de la ría de Arousa es realmente sobrecogedora. Se pasó «una situación de extrema gravedad», en palabras del presidente de la Xunta de Galicia. Se ha escrito mucho, y no se ha declarado menos. Todavía queda más por escuchar. Desorientador resulta desviar la responsabilidad hacia la situación precedente. Siempre que se sucede en la alternancia de un poder democrático se hace con conocimiento del inventario que se asume. A partir de ahí, se abre la posibilidad del éxito o del fracaso. Lo acontecido quizá valga para ganar en madurez, sin confiarlo todo a una eficaz política de imagen. De nuevo, el reencuentro con el tejer y destejer del calificado proceso de paz por conveniencia de los cánones de la comunicación. Si Batasuna ha de pasar por la aduana de la ley de partidos, tal vez haya sido contraproducente considerarla un interlocutor formal en el proceso que parece avanazar. Tanta finta dialéctica propicia el hastío. No es recomendable para reemprender las tareas pendientes.

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