Diario de León

DESDE LA CORTE

El idioma de las selecciones

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FERNANDO ONEGA
León

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A LOS síntomas de desaliento nacional, sólo les faltaba un detalle: que la Selección Española de Fútbol fuese de fracaso en fracaso. Y a este detalle sólo le faltaba un complemento: que, al parecer, Luis Aragonés tiene que seguir como seleccionador, porque no hay dinero para pagarle el contrato. Y a todo eso sólo le faltaba un factor pasional sobrevenido: el nuevo clima de euforia y de exigencia de los nacionalismos catalán y vasco para reclamar sus propias selecciones deportivas nacionales. El partido del domingo entre Cataluña y Euskadi ha sido una mezcla de proclamación fáctica de esas selecciones y, a juicio de muchos, una exaltación independentista por la vía del fútbol. De esa forma, ayer algunos diarios colocaron una crónica futbolística en el lugar habitualmente reservado a la crónica política. Es que no han visto ningún deporte en el Camp Nou. Lo que han visto ha sido un flamear de banderas de ambas comunidades, unidas a las de Irlanda y Suecia -últimos países que derrotaron a España-y un definido griterío en contra de España. Todo ello, acompañado por la presencia presidencial de Ibarretxe y Maragall, los dos jefes de gobierno que acudieron al estadio a dar a sus selecciones un carácter oficial para que nadie se llame a engaño. ¿Gran novedad? Escasa. Maragall ya había inaugurado su presidencia de la Generalidad acudiendo a Macao, a un partido de la selección catalana de jockey. Ibarretxe sueña con la final de un Mundial Euskadi-Brasil. Y hasta hace unos días que un juzgado lo impidió, la televisión catalana emitió un anuncio «pro selecciones», donde un niño avieso vestido con los colores de España echaba del campo a otro niño con los colores de Cataluña. Estamos, por tanto, ante una operación enmarcada en las ambiciones nacionalistas. El factor deportivo acaba de entrar con todas sus pasiones añadidas en el debate territorial de España. Y en Cataluña no es alentado por los independentistas de siempre, sino por un socialista como Maragall. Ante ello, hay que abrir un paréntesis a partir de una pregunta: ¿vamos a asistir a este debate con el tremendismo habitual? No lo descartemos. Ahora es cuando los padres del Estatut venden que son una nación reconocida y, por tanto, tienen derecho a selecciones con presencia internacional. Ahora es cuando los vascos pueden incorporar este nuevo objetivo a sus invocados «agravios» históricos. Y enfrente tenemos una evidencia: la reclamación de esas selecciones en Cataluña, País Vasco y Galicia será una constante. Lo visto en el Camp Nou sólo es la apertura solemne, aunque provocadora, de una nueva reivindicación. Preparemos el terreno. Esta nueva historia que enfrentará a España no hizo más que comenzar.

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