Diario de León
Publicado por
CARLOS BOUZA POL
León

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«LA VERDAD nunca fue un gran negocio». Esta frase, esta máxima, esta gran verdad de mi propia cosecha, inspira y está presente en mi libro Picotazos Liberales, de próxima aparición (Mario Amilivia, valiente e inteligente él, se atrevió a escribir el prólogo). Los que me conocen bien, saben perfectamente que, cuando escribo, sólo rindo tributo a la verdad. La verdad existe, aunque parezca mentira. No es mi verdad, ni la tuya, ni la de los otros, es la verdad: La verdad verdadera; la verdad limpia y pura, sin artificios. Dijo William Shakespeare: «Nada es verdad ni es mentira, todo depende del cristal con que se mira». Lo siento, querido Chespir , pero no puedo estar de acuerdo contigo: eso del cristal, del color del cristal con que se mira, es el relativismo cínico, el prejuicio, la ambigüedad de las personas que no tienen principios, de los cantamañanas y buscaperas falsamente progresistas, encumbrados por mor de méritos de guerra al tirar la piedra y esconder la mano. Yo no miro a través de ningún cristal, a través de ningún prejuicio ni forofismo. De cerca veo muy bien, y de lejos utilizo un cristal limpio y transparente, sin colores, que me permite contemplar los del arco iris, al fondo, sin engaños. La verdad es la verdad, no miento. Por eso ocurre que (también lo digo en Picotazos liberales ): «Al que va con la verdad por delante siempre le atacan los demonios por detrás». Los que decimos verdad nos convertimos al menos en unos grandes creadores, en creadores de enemigos, enemigos dispuestos siempre para llevarnos al martirio de sus maledicencias, de sus calumnias y difamaciones. Sin embargo, ya ven ustedes queridos lectores independientes: «aquellos que nunca han dicho una verdad por las buenas, suelen ser muy admirados y queridos» ¡Oh mundo al revés, que premias y glorificas al mentiroso, al turiferario, al palmero, al sonajero; y castigas al hombre que quiere ser justo y caritativo, que ama a sus semejantes, y no puede menos que intentar abrirles los ojos y mostrarles la verdad! Así es imposible mejorar el mundo. Así no se puede alcanzar la Medalla al Mérito Civil de la Diputación Provincial; ni el Pimiento Picante de Oro de Ponferrada; ni el Botillo de Bembibre; ni el Leonés del Año de Radio León. Quede claro pues que, desgraciadamente, «la verdad» más que hacernos libres, lo que consigue es que nos persigan y nos lapiden. Pero a pesar de todo, me resisto a dejar el mundo a merced de la mendacidad y, a partir de hoy y de este artículo periodístico que titulo La verdad , instituyo, por mi cuenta y riesgo, el Premio Gurrumino de Oro de Villafranca, dotado con un buen tirón de orejas. Este año lo otorgo públicamente a un alto funcionario del ayuntamiento villafranquino, para que lo comparta y disfrute con un par de concejales que tienen muy escaso interés por la formalidad, la seriedad y la decencia, y consecuentemente, andan embadurnados en la falsedad, muy cerca de la prevaricación urbanística, dictando o proponiendo, a sabiendas o por ignorancia inexcusable, resoluciones de manifiesta injusticia, desvariando y cometiendo desatinos que les beneficia personalmente y en claro perjuicio para la comunidad. Debemos evitar que a la Pequeña Compostela la conviertan el la Pequeña Marbella. La verdad existe, no es mentira. Por eso prefiero escuchar a Belén Esteban antes que a Pepiño Blanco. La Esteban miente menos. Insisto en que existe la verdad, aunque haya por ahí muchos listos exhibicionistas empeñados en mancharla de colores, de relativismos y de ambigüedades. A mí me parece que la verdad y la objetividad, si no son la misma cosa, son al menos primas hermanas que se tratan mucho y se llevan muy bien. Por eso, últimamente, no salgo de mi asombro escuchando por ahí a un filósofo de secano que está creando escuela. Dice el tal pensador: «No existe la objetividad. Yo no soy objetivo porque no soy un objeto. Soy subjetivo porque soy un sujeto», y se queda el hombre tan satisfecho, tan ancho y tan feliz soltando este aborto cerebral de neurona anémica. ¿Ven ustedes, queridos lectores de mente despejada e independiente, hasta donde puede llevar el ver a los Pepiño Blanco, Freddy Pérez y Pepe Luis Rodríguez en las televisiones¿? Pues conduce al delirium stupiditas, que es hoy lo que más se cotiza y lo que más futuro tiene. Así las cosas, cualquier idiota, mentiroso y cobarde, puede meterse con la iglesia católica y con el PP porque le saldrá gratis. Gratis en el peor de los casos y espléndidamente recompensado en los mejores. Sabido es que la iglesia perdona y no pasa factura, vive la parábola del hijo pródigo, de la oveja descarriada y de la moneda perdida. El PP además es masoquista. La verdad existe, háganme caso, no miento. Si fuera capaz de mentir, tal vez diría: «Ponferrada está creciendo mucho. Ahora amenaza con una torre grandota de veintiocho pisos. De seguir así, centralizándolo todo, no tardará muchos siglos en pretender tratar de tú a Villafranca. De momento, que se conforme con subir a la torre y contemplarla». Pero la verdad es la verdad y hay que defenderla. Decir, por ejemplo, que la Virgen de la Encina concita todos los años un gran alboroto de autoridades, al contrario que el Patrón de El Bierzo, el Santísimo Cristo de la Esperanza de Villafranca, huérfano siempre de homenajes, ofrendas, y alharacas político-paganas. Verdad es también que Ponferrada no ha tenido todavía el buen detalle de ponerle una calle a don Antonio Valcarce Alfayate (q.e.p.d.), villafranquino de pro, párroco de la Encina, que en los años sesenta llevó en procesión a la Morenica por El Bierzo, y la aireó como patrona. Ciertamente amigos lectores, decir la verdad ¿es un buen negocio?

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