Diario de León

TRIBUNA

Divorcio, pésimo negocio

Publicado por
ALEJO FERNÁNDEZ PÉREZ
León

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EXISTE unanimidad en considerar a la familia como el principio y la base de toda sociedad. En las estadísticas se la estima como la institución mejor valorada, por encima de cualquier otra. Sin embargo, la familia cristiana, la que tenemos desde hace dos mil años, se encuentra ferozmente atacada en medio mundo desde hace algunas décadas. Los ataques se centran sobre el matrimonio. Si se destruye el matrimonio se destruye la familia, y si se destruye la familia habremos destruido la sociedad. ¿Cómo destruir al matrimonio? Fácil: Implantando y favoreciendo el divorcio. Este escrito va dirigido especialmente a los que se llaman católicos; los demás es de suponer, que honestamente, se guiarán por sus religiones o ideologías respectivas. Sin embargo, podrían encontrar aquí algo positivo. Los políticos progres de toda Europa y América, cuando alcanzan los gobiernos, enfocan su legislación sobre la demolición del matrimonio, de la enseñanza y de la religión. Los tres pilares básicos que se oponen a sus pretensiones. Actúan valiéndose de instituciones como la ONU, la Unesco, ciertas sectas y multitud de organizaciones adictas. Juan Pablo II nos alertó: «¿el divorcio tiene consecuencias devastadoras, que se propagan en el cuerpo social como una plaga e influye negativamente sobre las nuevas generaciones a las que se oculta la belleza del auténtico matrimonio». Del matrimonio cristiano tenemos una experiencia positiva de más de dos mil años ; del matrimonio- o lo que sea- que nos quieren imponer solo vemos una puerta entreabierta con mucha oscuridad tras ella. Tampoco se nos dice por qué vamos a sustituir la sociedad actual. Independientemente de lo que expresan los medios de comunicación, en los que cada vez creemos menos, ¿qué es lo que contemplamos en nuestro ambiente? Y, ¿qué pensamos los católicos? Para empezar, rara es la persona que no conozca a alguien de su parentela, amigos o compañeros que no se haya separado de su pareja y se haya casado con otra persona , unido en «pareja de hecho» o simplemente «arrebujada» sin más. El divorcio se ha extendido como una peste por todo el mundo. Y mucho tiene que ver en ello las nuevas ideologías como la Nueva Era, el Nuevo Orden Mundial, La Carta de la Tierra, los restos del marxismo y un sinnúmero de sectas y pseudoreligiones- se calculan en más de 27000- que no tienen en común más que su odio a Cristo, el Hombre-Dios que puso como base de su doctrina el amor a Dios y al prójimo, incluso a los enemigos. Quizá sea ese tipo de amor la causa de sus odios. Comprobamos, como a lo largo de todos los tiempos, existen parejas que han convertido al matrimonio en un puro infierno. Solución cristiana: separación sin posibilidad de nuevo matrimonio y hasta la muerte de uno de los dos. ¿Por qué hasta la muerte? Porque el matrimonio es parte esencial de la sociedad y los intereses de esta deben prevalecer sobre los de la pareja. Romper un matrimonio es romper parte del edificio social. También en la guerra un general puede sacrificar a unos cuantos soldados si con ello salva a un regimiento. Igualmente un empresario puede verse en la necesidad de despedir a unos cuantos obreros antes que perder la empresa. Pero ¿somos o no somos católicos? Si lo somos, tenemos la obligación -como en cualquier otra institución- de cumplir los reglamentos correspondientes. Caso contrario, o nos vamos con la música a otra parte o nos exponemos a ser expulsados. Las normas Bíblicas respecto al divorcio son muy duras para los individuos, muy positivas para la sociedad , y también muy claras: «¿Dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne» dijo Jehová en el Génesis. Jesús remachó: «¿por eso lo que Dios unió no lo separe el hombre¿ Yo os digo que quien repudia a una mujer y se casa con otra adultera». Los mismos apóstoles se espantaron de la dureza de esta ley. «Si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible es no casarse». Poco más adelante ante las dificultades de los ricos para entrar en el cielo, los apóstoles exclamaron: Entonces ¿Quién podrá salvarse? Jesús respondió: «Para los hombres es imposible, más para Dios todo es posible» Esto es lo que no solemos tener en cuenta: «Sin Cristo nada podemos» Por ello todo matrimonio que no esté anclado en Cristo durará menos que un submarino descapotable. «Sin mí no podréis hacer nada» o «Todo sarmiento que no esté unido a la vid será podado». Y San Pablo: «Todo lo puedo en aquel que me conforta» En definitiva, el hombre carece de fuerzas suficientes para vencer a la carne. Necesita a Dios Padre, y con nuestro Padre, entonces, ¡sí es posible! Sólo que la sociedad actual ha dado la espalda a Dios. Y así nos va. Cristo para realzar la dignidad del contrato matrimonial, ratificar su indisolubilidad y ayudar a sobrellevarlo lo elevó a la dignidad de sacramento. Así cerró para todos los hombres y para todos los tiempos el camino de las uniones efímeras, de la poligamia y otras formas de uniones sexuales fuera del matrimonio. Sin embargo, en España las leyes pretendidamente laicistas sobre el divorcio han superado todos los límites. Basta que alguien se presente ante el juez y alegue : «La desaparición del afecto conyugal» O dicho de otro modo: «Yo ya no quiero a esta moza, me gusta más la vecina -o el vecino- del cuarto» para que el juez no necesite más para anular el matrimonio. Además se la equipara a «las «uniones de hecho» y a otras «modalidades de familia» sin más pretensión que la de menospreciar al matrimonio cristiano.

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