Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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UNAS declaraciones de Felipe González han escocido en La Moncloa; sobre todo, porque dijo que en la lucha contra ETA hay que trabajar con varias hipótesis, cuando la única hipótesis de Zapatero habría sido la de que el «proceso de paz» iría adelante, no podría detenerse. Veinticuatro horas después, el ministro Pérez Rubalcaba ha dicho que el Gobierno tenía, además de un plan B, un plan C, lo que parece una estrategia acertada, pero de la que no existe el menor indicio. Tal vez los dos planes sustitutorios de los efectos políticos del atentado de Barajas, que cegó sangrientamente el llamado «proceso de paz», se condensarían en uno, que el presidente estaría desarrollando: asimilar el golpe, entablillar las luxaciones con el apoyo de todos los partidos, excepto el PP obviamente, y dejar que el tiempo vaya corrigiendo el desorden en el tablero público. Lo malo es que, en el tablero público, el protagonismo lo representa parabólicamente un factor invisible y en absoluto secundario. Si aceptamos la opinión de Piqué, el líder de los populares en Cataluña, ZP «está tan comprometido con lo que él llama el «proceso de paz» que no quiere ver la realidad». Quien parece estar viendo la realidad claramente es el citado Piqué, según el cual «la realidad es que, ahora mismo, la iniciativa política e, incluso, la posibilidad de acabar con la legislatura está en manos de ETA». (Esta frase puede reintegrarse a su contexto, y en nada se modificaría el sentido que Piqué deseó atribuirle). Si realmente tuviera ETA en sus manos el fin de esta legislatura, sería de una ingratitud inaudita en los dirigentes etarras que no agradeciesen al PP las facilidades involuntariamente prestadas. Porque la situación actual se caracteriza por un presidente del Gobierno al que flanquean dos enemigos implacables: el PP y ETA, aunque al PP, más que de enemigo, aconseje la corrección política adjetivarle de adversario. El PP, arremetiendo contra todo lo que pudiera conducir a un diálogo, asedia al presidente con una serie de iniciativas legislativas en cadena contra el complejo etarra o le exige comparecencia parlamentaria para explicar lo que ETA dice que había propuesto al Gobierno, dando espectacularmente credibilidad a las afirmaciones de la banda terrorista. Manda huevos. Y frente a las cinco propuestas antietarras no de ley que el PP presenta y desea debatir en el Congreso se ha alzado un frente del resto de las fuerzas políticas y no para rescatar la legislatura de las manos de ETA, sino para que el problema terrorista que padecemos no siga siendo el terreno en el que los dirigentes 'populares' practican su más vehemente electoralismo. La sensatez de todo el arco parlamentario, excepto el PP, priva a este partido de la posibilidad de acortar la legislatura por asfixia del Gobierno, y esa unidad en que socialistas y nacionalistas se oponen a algunas maniobras populares arrinconan también a ETA en su clandestinidad, de la que no volvería a salir hasta que confesase que no espera beneficio político alguno por abandonar la violencia y entregar las armas. Se trata de que el factor político invisible se haga inaudible y, sobre todo, se vuelva inexistente.

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