Diario de León

LA TORRE VIGÍA

El Papa, el euro y la mano derecha

Publicado por
XOSÉ LUIS BARREIRO RIVAS
León

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EN LA INEXORABLE aproximación que ha de producirse entre el Reino Unido y Europa, siempre supuse que el primer paso iba a ser el euro. Después vendría -pensé-el cambio en el sentido de la circulación, para terminar reconociendo la autoridad del Papa y poniendo fin a cinco siglos de aventura anglicana. Pero se ve que Dios tiene prisa, que la historia le obedece a Él mejor que a mí, y que en la cima de la pirámide de valores que rige la Providencia tiene más importancia la autoridad del Papa que el euro. Y por eso parece claro que el acercamiento va a empezar por poner orden y concierto en el panorama convulso de la Iglesia Anglicana, y por ir más amodiño en un proceso de modernización excesivamente centrado en lo que Zapatero llama «las opciones sexuales». Después empezarán a circular por la derecha, antes de que entre en servicio el puente que alguien proyectará sobre el Canal, y finalmente se integrarán en la zona euro, porque es lo más fácil, lo más útil y lo más urgente. Los ingleses son así. Lo que es evidente es que algo se está moviendo en el país en el que nada se movía, y que los efectos de la globalización hacen más estúpido -si cabe- que el mismo Dios que adoramos en San Juan de Letrán o en la catedral de Canterbury, exija un cambio de valores espirituales muy parecido al que tenemos que hacer, en términos monetarios, para comprar en Harrods. Ya sé que la religión no está de actualidad, porque casi todos los europeos hemos hecho del laicismo una religión -¡vaya paradoja!- y del alejamiento de la Iglesia un símbolo de modernidad. Pero no está nada mal recordar que los ritos y las teologías siguen siendo un signo de identidad -y por ende de confrontación- de los pueblos, y uno de los recursos más eficientes a la hora de superar las crisis de valores y orientación que sacuden el mundo en tiempos de cambio acelerado. Por eso no es tan extraño que, mientras los politólogos teníamos los prismáticos enfocados hacia el euro, se nos hayan adelantado -otra vez- las iglesias, que sienten en su espíritu la necesidad de reconstruir la misma unidad que rompieron al conjuro del Estado moderno. Se intuye, gracias a Dios, que esta aproximación va a realizarse sin dramatismos, sin vencedores ni vencidos y con influjos beneficiosos en las dos direcciones: orden para los anglicanos y un toque de modernidad para los católicos. Y, a las puertas de la gran revolución que implica la mundialización, nos vamos a enterar de que el mejor acierto que tuvieron las iglesias anglicana y católica fue el de mantener intacto, absolutamente intacto, el credo de Nicea. Porque lo simple es prodigioso, y porque la historia, como el mundo, es como un pañuelo.

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