Hagan una moción de censura, hombre

SE ANUNCIA un fin de semana agitado. Supongo que los cerebros del Gobierno y el PSOE se habrán puesto a pensar cómo contraprogramar algo, porque este país promete ser un clamor: el viernes, manifestaciones en toda España; el sábado, gran asonada en Madrid, con inspiración, presencia y presidencia de Mariano Rajoy. En esta ocasión, el señor Alcaraz no le hizo la agenda al PP. Por primera vez, este partido deja de ser instrumento de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) y demuestra que tiene iniciativa propia: la que no tuvo cuando un bombazo mató a dos personas y destrozó el aparcamiento de la Terminal 4. El Partido Popular tiene, además, prisa. Quiere aprovechar que está caliente la indignación social. No quiere que pase o se enfríe el clima creado por el segundo grado concedido al terrorista de la huelga de hambre, y se lanza a la protesta callejera con dos aspiraciones: darle un escarmiento al gobierno y hacer visible sobre el asfalto un voto de censura a Zapatero, ya que no existen redaños para plantear una moción de censura en el Parlamento. En el asfalto no existe riesgo: no hay que presentar ninguna alternativa ni programa. Basta con pasar el sombrero -el cepillo, dirían en la parroquia- y recoger la oleada de indignación ciudadana. El resto lo hacen los medios informativos, con sus fotos y testimonios de masas enardecidas. En cambio, en una moción de censura en el Congreso, hay que trabajar más. No basta con referencias épicas a la «ola de indignidad», sino que hay que presentarse como candidato a la presidencia del Gobierno. Hay que arriesgarse a las críticas de los demás grupos, que no llevan pancartas como la de ese señor de Murcia que decía «Zapatero, anticristo». Y existe el riesgo de recibir el voto negativo de los demás grupos parlamentarios. Aquí se funciona sobre seguro. Estamos en un sistema parlamentario, pero la gran oposición, la más sonora, posiblemente la más efectiva, se hace en la calle. La hizo Zapatero contra Aznar, y la hace Rajoy contra Zapatero. Esa es la única crítica que puedo hacer a la iniciativa del PP. Está en su derecho, faltaría más, a usar el recurso de la manifestación como quiera; incluso como instrumento de rentabilidad electoral. Zapatero, a su vez, debe estar dispuesto a recibir esa bronca, porque la ha ganado. Pero el partido de Mariano Rajoy tiene que ser más consecuente. Si cree que este gobierno es tan innoble, tan cobarde y tan ignominioso como pregona, hay que echarlo. Y la única forma de intentar echarlo es una moción de censura. Aunque se pierda. De lo contrario, habrá mucho desahogo un fin de semana, y nada más. Se han efectuado ocho grandes manifestaciones contra la política antiterrorista de José Luis Rodríguez Zapatero. Ocho. Y ahí sigue, señor Rajoy.