Se busca socio

ESTAMOS en el día después, que viene a ser como una víspera en sentido contrario. No sé mientras escribo cómo se han acoplado los triunfos y las derrotas, pero sé que en muchos sitios se van a necesitar acuerdos. Algunas personas que no podrán entrar en la Casa Consistorial como en su propia casa, sin embargo tienen la llave. Los pactos son necesarios, aunque sepamos todos que quienes los conciertan no son vírgenes ni antes del pacto, ni en el pacto, ni después del pacto. Son simplemente necesarios y se verán obligados a coincidir con los que antes discrepaban. Siempre se ha dicho eso de que la política hace extraños compañeros de cama, aunque menos que el matrimonio, pero si no se establecieran camas redondas no cuadrarían las cuentas. Algunos oradores se verán forzados a tragarse las palabras pronunciadas en los mítines y comprobarán que han hecho una excelente digestión. Podrán decir, como Groucho Marx, «estos son mis principios, pero si no les gustan tengo otros». Los socios no siempre se buscan por afinidad, sino por conveniencia y nadie ignora que el vínculo más fuerte no es la amistad, sino la complicidad. Entre otras cosas porque si bien es cierto que quien tiene un amigo tiene un tesoro, quien tiene un cómplice aspira a mejorar su tesorería. Lo que sin duda supone una gran mejora extensible a todos es dejar de oír discursos. Lo peor de los oradores políticos no es que sean unos pelmazos, sino que no son oradores. Tengo para mí que el veneno que soltaban en sus estridentes mítines se ha trasladado a las medusas. ¿Por qué si no han llegado todas a la vez a nuestros litorales al día siguiente de las votaciones? Mucha coincidencia. Hay cosas que no se pueden atribuir al azar.