Último reestreno: G-8

LES MIRO CON OJOS atentos y me parece ver a un grupo de amigos que ya jubilados pasan unas merecidas y entretenidas vacaciones en un lugar elegido junto al mar. De pié, charlando unos con otros, podrían estar esperando el autobús contratado para visitar la iglesia románica recién rehabilitada de un pueblo cercano. Se les ve contentos: ríen. Al fondo, el mar. Es posible que estén hablando del buen pié con el que les ha acompañado la diosa Fortuna a lo largo de todos esos años de desvelo ante la baraja que decide la suerte en la vida cotidiana y laboral, y concluir que no hay razón para la queja. Luego, ya acomodados en interior del autobús, se intercambiarán fotografías de sus encantadores nietos cuyo futuro dan todos por hecho que, por supuesto, será esplendoroso. A fin de cuentas no es razonable aferrarse a los interrogantes justo en el momento en que la vida muestra su rostro amable y los compañeros de viaje encantadores. Alguno contará que, a su edad, un día se atrevió con el biberón. Luego, la voz del guía les desvelará de su somnolencia de pañales para subrayarles maravillosos paisajes que jamás imaginaron pisar y como niños obedientes girarán sus cabezas hacia la ventanilla desde la que ver la realidad como en una pantalla de cine: un precioso documental. Definitivamente hay días en que nos levantamos con el espíritu interpretativo-fantasioso. Ya puestos, les miro otra vez en la fotografía de portada y ahora veo a Blancanieves con sus ocho enanitos -todo sube y los enanitos ya suman uno más-, y sigo el cuento con estricta obediencia al relato de los hermanos Grimm: ¿Quién ha comido de mi platito? ¿Quién se ha sentado en mi sillita? ¿Quién ha bebido de mi copita? Algunas cosas sólo pueden mirarse si has comprendido que en determinadas circunstancias hay que reírse, no porque la postal se lo merezca sino porque no se lo merece. Ya sabemos que el humor inteligente requiere de un alto nivel de trasgresión. Porque, mirándola bien -la fotografía, claro-, dan ganas de preguntarles: ¿Ustedes de qué se ríen? Pero la pregunta se diluye entre las nubes antes de llegar a la cumbre. Excesivamente alta para un caminante corriente. G-8: incluso el nombre resulta excesivo. Se trata de un grupo de circunstanciales amigos que una vez al año se reúnen en un escogido lugar del mundo al amparo de un ejército de policías para representar su generosidad ante la pobreza del mundo -conviene no olvidar que un ochenta por ciento de la población mundial es pobre-, y los actores, Angela Merkel, Vladimir Putin, George W. Bush, Nicolas Sarkozy, Durao Barroso, entre otros, no son los mejores. No es una gran comedia pero hay que verla.