Diario de León

DESDE LA CORTE

Rebelión contra los abusos de la prensa

Publicado por
FERNANDO ÓNEGA
León

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ATENCIÓN, que ha comenzado la rebelión contra los excesos de determinada prensa. El hecho más notable ha sido la catilinaria de Tony Blair, que se ha desahogado con dureza propia de un rencor acumulado durante años. Lo hizo de forma especial contra los medios electrónicos, los periódicos digitales, que tantas veces son cauce de informaciones falsas, rumores disparatados e injustos juicios personales. Lo de menos es que les haya llamado «fieras salvajes». Lo importante es la confesión de fondo: los gobernantes de hoy se ven obligados a adoptar decisiones que no desean por la presión mediática que sufren. Creo que tiene razón, aunque haya que reprocharle su cobardía: nunca dijo nada cuando ejercía el poder. Lo dice cuando está a punto de marcharse. Aquí en España, las últimas quejas han venido del ministerio fiscal. En dos días, hemos escuchado la dura crítica del fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, a quienes se niegan a buscar la verdad; la acusación de Conde-Pumpido a los grupos de presión y a los medios que socavan la Justicia; y el doliente informe de Olga Sánchez en el juicio del 11-M, que arremetió contra los periodistas que «no tienen altura ni grandeza». La señora Sánchez se convirtió así en centro de la polémica. Para unos, se ha equivocado de escenario, de tono y de contenido. Para otros, fue la reacción mínima frente a los bulos que, por imponerse, han descalificado la investigación judicial del 11-M. No se trata de personalizar el debate. Sumadas todas las opiniones, incluida la de Blair, es evidente que ha comenzado a salir el malestar creado por los excesos de determinados medios. Como dice el primer ministro británico, existe una carrera enloquecida por crear impacto, antes que por servir una información limpia. Grandes principios deontológicos se caen ante determinados profesionales que crean mitos falsos y perniciosos, ensalzan al vago, destruyen la honra de servidores públicos y contribuyen al descrédito de instituciones y personas por la simple necesidad de conseguir audiencia al precio que sea. ¿Cuál es el defecto de quienes denuncian esto? Que generalizan y no señalan a los culpables, aunque el público los tenga identificados. Pero, anotado ese defecto, dejan un grave motivo de reflexión. No se trata de hacer leyes represoras o inventar nuevas mordazas de la libertad de expresión. No queremos a gobernantes satisfechos con la prensa, ni es nuestra obligación satisfacer a ningún político ni poderoso. Al revés: cuanto más incómodos estén, será porque somos más libres. Pero estamos asistiendo al comienzo de un debate que debiera desembocar en un comportamiento riguroso, conocedor de los límites y servidor de la verdad.

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