Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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LA RECONOCIDA ventaja de los enemigos es que no traicionan. Un buen traidor, como Dios manda, hay que reclutarlo entre los correligionarios. De ahí el viejo dicho de «cuerpo a tierra que vienen los nuestros». Ahora, en vista de algunos batacazos electorales, se ha avivado mucho el espíritu crítico en algunos partidos por el eje y en otros cuyos miembros aspiran a sustituir a los que mandan. Todo inmediatamente inferior alberga la esperanza de ser, no sólo su propio jefe, sino de darse el gustazo de reemplazar al antiguo. Así como la máxima aspiración de todo camarero avispado es establecerse frente al bar donde trabajó durante años, lo que desean muchos políticos es sentar sus posaderas en el sillón de la persona que depositó toda su confianza en ellos. Por eso hay tantas lealtades quebrantables. La crítica ha florecido en la época última y hay que reconocer en honor de la verdad que es una desterrada de cualquier partido y por lo tanto resulta dificultoso rendirle honores, que no siempre está constituida por descontentos. También militan en sus filas personas que no se van a contentar nunca. El profesor Sosa Wagner, que acaba de publicar un libro titulado El Estado fragmentado , de dificultosa comprensión para su antiguo alumno Rodríguez Zapatero, en el caso de que lo lea. También un hombre de tan clara inteligencia como Joaquín Leguina ha extremado sus críticas. Dijo cosas dignas de un personaje de sus novelas, tachando a la gente de su partido de conducirnos hacia un Estado irresponsable, que tiene «ocurrencias y oportunismo, pero ninguna visión de Estado». La misión del crítico, como todo el mundo sabe, es educar al público, así como «la misión del artista es educar al crítico», pero ¿quién educa a los políticos? En general no creen ni en el amor ni en la pedagogía.

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