Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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ANTES DE ACUDIR ayer a la toma de posesión del presidente de Navarra, Miguel Sanz, que ostenta el cargo por cuarta vez consecutiva, Mariano Rajoy ya había advertido anteayer a Zapatero desde Pontevedra, donde ha pasado unas vacaciones silenciosas, que la ministra de Fomento no podía seguir un día más en el cargo. Se sumaba así el líder 'popular' al clamor parlamentario de los partido catalanes e IU, y obviamente del PP, contra Magdalena Álvarez. Quienes en el PP piensan que la titular de Fomento es una pieza política cuya demolición podría debilitar al presidente del Gobierno no se contentan con que en el Congreso se haya pedido esta semana su cese y empiezan a trabajar para que se vea reprobada en una próxima sesión legislativa. El silencio vacacional de Rajoy ha sido llamativo, y en el PSOE lo han aprovechado algunos, ZP incluido, para referirse en ocasiones al máximo dirigente popular con cierto menosprecio. Nadie ignora que Rajoy no tiene una vida especialmente cómoda al frente del PP, y si ayer podía sentirse satisfecho porque Navarra no había pasado a manos de un gobierno socialista en coalición con el 'vasquismo', y Miguel Sanz conservaba el poder, el día se lo debió amargar la pretensión de Sanz de conseguir grupo parlamentario propio en Madrid para los diputados de UPN, que ahora se sientan entre los populares. Rajoy respondió a los periodistas sobre esto y casi todo con evasivas, apoyado en que el protagonismo correspondía a un acto institucional. La ministra de Administraciones Públicas, Elena Salgado, no podía faltar a la ceremonia navarra, y a ella acudió glosando la necesidad de que «todos tenemos que cooperar», gobiernos autonómicos y central, en lo que coincidía plenamente con Sanz, que aseguró que el marco de la autonomía foral no ha generado ni generará problemas en la compatibilidad de la legislación foral y la estatal. Rajoy escuchó inexpresivamente las muestras de gratitud que Sanz dedicó al PSN, por su ejercicio de responsabilidad para hacer posible el proyecto político que ayer empezaba. Cualquier dirigente popular se hubiera sorprendido ayer al observar el distanciamiento de la UPN que lidera Sanz, y del mismo Sanz, respecto al PP, a la luz de algunos pasajes del discurso presidencial. Seguramente ese distanciamiento es el precio a pagar para que Navarra quede en la órbita conservadora, aunque se separen circunstancialmente las dos estructuras que, sin la menor diferencia entre ellas, formaban la nave espacial que, bajo el nombre UPN, mantenía Navarra en poder del PP. Gracias a que falta poco para el fin de la legislatura, la pretensión de formar grupo parlamentario propio que airea Sanz carece de urgencia, por lo que no va a ser un nuevo problema para Rajoy. Ni tampoco lo será el encarnizamiento de algunos dirigentes populares contra la ministra de Fomento, pues en ese asunto podrá Rajoy lavarse discretamente las manos, una vez que ya pidiera a ZP el cese. Lo malo sería que los halcones de Génova insistieran en la reprobación parlamentaria de Magdalena Álvarez, y la llevaran a un pleno, porque ahí volvería a sentirse solo el PP, ya que nadie imagina a ERC o al BNG o a IU votando junto a Zaplana contra una ministra de Zapatero. ¿O sí?

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