TRIBUNA
La educación hoy y una educación añorada
NO CORREN buenos tiempos para la enseñanza en nuestro país, para la educación. Los educadores, los maestros, los profesores estamos sufriendo las consecuencias de un proceso social, que es el que es, el que nos toca vivir, soportar y sufrir. España tuvo su etapa de esplendor en los siglos XV y XVI y su decadencia en los siglos posteriores. «Me duele España», decía Unamuno. Ortega añadía «la vida debe ser culta, pero la cultura debe ser vital». El dolor que sentían por España era de tristeza y de rebeldía ante su decadencia y postración. Ortega, en su obra España invertebrada decía: «El día que Roma dejó de ser este proyecto de cosas por hacer mañana, el imperio se desarticuló...». Tenemos esperanza En el principio aristotélico «el hombre está en potencia para ser y al mismo tiempo está en potencia para no ser, se regenera, muere y volverá a nacer». Pretendo hablar de la educación de hoy, del ambiente de hoy y de la educación de ayer. ¿Cómo puede ser y es un día lectivo en aula? Si es un lunes, desolador. El profesor puede optar por seguir o bien convertirse en un maestro-alumno que desgrana las ideas de su discípulos. No hubo tiempo el fin de semana de estudiar. Como diría Larra, «grandes ocupaciones me lo impiden». Y el martes, bueno a lo mejor sabemos de qué hablamos; el miércoles, igual me entero de algo y ¿el jueves?, preparatorio para repetir la misma canción de todos los días... Nos preguntamos: ¿cuándo estudia un alumno de la ESO, de bachillerato? ¿Qué horas y cuántas dedica al día tarde? El sistema tampoco favorece el esfuerzo, diríamos que beneficia al indolente, al mal estudiante, al vago... No se premia al buen estudiante. Y nos vamos a la universidad. ¿Y la cultura dónde está?, como diría esa pluma que se fue, Jaime Capmany: «En educación no vivimos buenos tiempos, los estudiantes de hoy están más al día de quien es fulano, zutano... Conocemos más a aquellas que se bajan de una cama y se suben a otra». Pero si les preguntamos quién fue Garcilaso, Góngora, Quevedo, Lorca, la respuesta puede ser... me suenan». Como aquel estudiante que le pregunta el profesor: ¿En qué siglo vivió Alfonso XII? Y, contestó: ¡En el XII! Arturo Pérez Reverte, hablando de educación, decía: «Ahora está mal visto aprenderse la lección y recitarla. Lo ideal, sostienen los imbéciles que han organizado este despropósito, es que la memoria sea lo de menos. Así que los nombres de los ríos y de los reyes, y las fechas y los acontecimientos de la historia, la ortografía, la lengua... todo aquello que provoca la curiosidad de un chico, abre horizontes y al mismo tiempo crea la base para el resto de su vida. Todo eso, dicen, no tiene la menor importancia». La familia fracasa. Los padres defienden a sus hijos y hasta se enfrentan con nosotros. Como diría una poetisa mexicana: «Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis....». Hablo de la educación añorada. Se acaba de celebrar el cincuenta aniversario del Colegio Fundación de los Padres Dominicos de La Virgen del Camino. Miles de leoneses, asturianos, vascos, navarros, salmantinos, palentinos, gallegos... han pasado por sus aulas. La educación recibida se ajustaba al principio de «mens sana in corpore sano». No había tiempo para el ocio, para el aburrimiento¿ Había mucho tiempo para el estudio, para el deporte, para toda clase de actividades. En aquel colegio no había vértigo, no había velocidad. Había paz, tranquilidad, educación, deporte y cultura. No sé si podríamos encontrar algo igual; mejor, no. No conozco a nadie que haya malgastado su vida. Ignoro, quiénes han desperdiciado el tiempo; ignoro quiénes abdicaron de su educación. ¿Cómo era aquella vida intramuros? Este era el diario de un día. Siete de la mañana: con el ángelus despertábamos; media hora y aseo de la camarilla, formación en fila, obligaciones religiosas, desayuno; primer estudio, primera clase; segundo estudio, segunda clase; recreo; estudio, tercera clase; comida, recreo; estudio, clase; recreo -deportes-; dos horas obligatorias de estudio, cena y descanso. Un sábado, un domingo, campeonatos, práctica de toda clase de deportes: fútbol, baloncesto, voleiball... Una película, una obra de teatro... rondalla, grupos musicales... escolanía, dirigida por el Padre Torrellas, admiración de León, de España y del mundo y, por la noche, a última hora, meditación: ¿quién soy?, ¿qué quiero?, ¿adónde voy?, ¿cómo va mi vida? y ¿qué pretendo? No había tiempo para el ocio. Nos enseñaron a pensar, a aprovechar el tiempo, a prepararnos para la vida... Y así un año y un curso y otro ¿Quién soportaría hoy aquella vida? Tenemos que recordar aquellas palabras del poeta: «¡Qué descansada vida, la del que huye del mundanal ruido y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido...!». No había fracaso escolar, ni abandonos, ni siquiera repetidores¿ ni sicólogos... Si a los estudiantes de hoy se les aplicara las exigencias de ayer, aquel bachiller elemental con su reválida de cuarto, aquel bachiller de ciencias y letras con su reválida de sexto, aquel preuniversitario con su prueba de acceso a la universidad, ¿cuántos superarían cuarto de la ESO para pasar a bachillerato? ¿Cuántos podrían superar las pruebas de acceso a estudios universitarios? ¿Cuántos alumnos habría en bachillerato? ¿Cuántos en la universidad?. España está a la cola de Europa en educación, en conocimientos generales. A ver si tenemos que acudir al dicho chino de que «con un pueblo ignorante ganaré, con un pueblo más inteligente que yo, perderé el poder». ¿Quién se adaptaría a aquella vida ascética? Muchos han pasado por institutos, colegios etcétera, y han triunfado y seguirán triunfando, pero el que siga o imite aquella vida del Colegio de los Padres Dominicos de La Virgen del Camino, estoy seguro que no fracasará. Aún así, como docente que soy, tengo que decir que ¡añoro aquella educación¿!