Diario de León

CON VIENTO FRESCO

Centralización y autonomía

Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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CREO QUE FUE CAVOUR, el primer ministro de Victor Manuel II, artífice de la unidad italiana, quien expresó su nacionalismo en términos de educación y ferrocarriles. De la educación, de la escuela como creadora de una conciencia nacional no hay mucho que añadir, si acaso criticar que no parece que sea así la política educativa de nuestro país, al dejar en manos de los nacionalismos disgregadores periféricos un asunto de tanta trascendencia. De los ferrocarriles y vías de comunicación, como vertebradores de la economía) y de las relaciones sociales, solo decir que es algo evidente. En ese sentido hay que apoyar la política de infraestructuras viarias de los últimos gobiernos, pese a los retrasos y chapuzas (como las de Barcelona y Málaga), y felicitarnos por la inauguración del AVE de Madrid a Valladolid, o por el anuncio que la semana pasada hacía en León el presidente Rodríguez Zapatero de inversiones en algunas nuevas autovías en nuestra comunidad, como la de León a Valladolid. La centralización política ha sido una conquista histórica del liberalismo y del socialismo desde el siglo XIX. Frente al Estado absoluto de las monarquías del Antiguo Régimen que, en realidad, encubría una atomización del poder en el que estaban enquistados los grupos privilegiados, con su poder local y sus prebendas sociales; el liberalismo, a través de un largo proceso revolucionario, logró establecer sistemas parlamentarios con división de poderes, una homogeneización territorial y una mayor igualdad política y social de los ciudadanos. Liberales, socialistas y anarquistas, al mismo tiempo, unos por privilegiar al individuo frente al Estado, y otros por entender éste como un aparato de coerción de clase buscaron su adelgazamiento, e incluso su desaparición. Frente a aquellas izquierdas definidas de primera, segunda, tercera, etc. generación, las actuales izquierdas indefinidas (extravagantes o divagantes), en la terminología de G. Bueno, parecen ir en el sentido de un fortalecimiento del Estado (en sentido totalitario), al tiempo que apoyan una descentralización política en la que nuevamente se enquistan los privilegiados de nuestro tiempo, los nacionalistas. Esta izquierda extravagante confunde centralización política con centralización administrativa, conceptos que son diferentes, como dejó bien claro Alexis de Tocqueville en La democracia en América. La centralización política afecta al gobierno del Estado y es una garantía para que todos los ciudadanos gocen de los mismos derechos y deberes, tal como se recogen, por ejemplo, en la Constitución española vigente. La centralización administrativa tiene que ver con los municipios y, en este caso, aunque hay ejemplos diversos de buen (Francia) y mal (la España franquista) funcionamiento, parece mejor una descentralización que permita a éstos, por el principio de subsidiaridad, solucionar los problemas de los ciudadanos en aquellas cuestiones que les afectan más directamente, pues es una administración más cercana y más ágil. No hay, por tanto, incompatibilidad entre una flexible centralización política y una ágil descentralización administrativa. Aún hay otro nivel de autonomía, el de las familias y el de los individuos, cuya libertad debe preservarse. El Estado, excepto en asuntos penales de malos tratos, no puede ni debe inmiscuirse en todos y cada uno de los asuntos que afectan a estos, como la reciente modificación del código penal, por la que se prohibe a los padres aplicar el cachete como correctivo en la educación de sus hijos. La pérdida de esta autonomía debilita el tejido social, como recuerda el mencionado Tocqueville: «hemos destruido las existencias individuales que podían luchar separadamente contra la tiranía; pero veo al gobierno que hereda, él solo, todas las prerrogativas arrancadas a familias, a corporaciones, o a hombres; a la fuerza, a veces opresiva, pero con frecuencia conservadora, de un pequeño número de ciudadanos, ha sucedido la debilidad de todos».

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