La niña del exorcista

LA TÉCNICA del exorcista es una de las tantas que se pueden adoptar para enfrentarse a un debate. Consiste no tanto en mostrar el ángel que todos llevamos dentro sino en hacer aflorar los demonios del rival para que de la comparación surja la victoria. En el debate entre Zapatero y Rajoy, ambos se aplicaron en este esfuerzo exorcizante. Rajoy lo hizo por la vía tradicional: repitió letanías para provocar al endemoniado y sacarlo de quicio; y viendo que no funcionaba, echó mano de la agresividad, instrumento infalible para que los malos espíritus abandonen los cuerpos en forma de vómito. Zapatero optó por sacar el espejo, se blindó tras él y devolvió al exorcista Rajoy su propia mirada, provocándole un exorcismo indeseado que hizo emanar demonios que creía controlados. La imagen que Mariano Rajoy ha intentado labrar de sí mismo cuando se ha descrito como un hombre «más moderado, más razonable y más equilibrado» que Zapatero saltó por los aires en varios momentos del debate. El más notable, cuando, hablando del canon digital, acusó a Zapatero de haber agredido a las víctimas del terrorismo, que ya es apurar la obsesión. Y en Rodríguez Zapatero se echó de menos un punto de contundencia a la hora de responder ante algunos ataques. A veces la televisión no es capaz de transmitir las sutiles fronteras entre la educación y la falta de argumentos. Como buen exorcista, Rajoy sacó a pasear en su última intervención a una angelical niña recién nacida. En un relato bucólico y un punto ñoño dibujó el futuro que le auguraba en un país gobernado por él. Fueron tantos los lugares comunes, trabó una historia tan predecible, que lo único que cabe preguntarse es por cómo ve Rajoy a las niñas con las que hoy se cruza por el parque. Zapatero le tenía que haber respondido que las niñas que nacieron hace cuatro años viven ya en un país que vela por su igualdad, que reconoce el amor de sus padres aunque sean dos madres, que nunca les preguntará por su orientación sexual y que las protegerá a lo largo del tiempo aunque no tengan capacidades para obtener un título académico.