Gaudeamus cum alcohol

ESTAMOS como antes. Precisamente el 28 de marzo del año pasado escribía también aquí sobre el mismo tema: los botellones universitarios. Entonces comenzó la moda, y aunque se dijo que iba a buscarse solución, lo cierto es que no se ha hecho y sigue todo igual. Que aprovechando el buen tiempo y la jornada patronal festiva en una facultad se concentren miles de jóvenes (universitarios y no) y sobre la hierba del campus corra el alcohol no es precisamente lo más adecuado para lograr la convergencia europea en materia académica. Si algún día llega esta bárbara costumbre a países como Alemania me gustará saber cómo se hace, porque no creo que se permita el alcohol en un recinto universitario y menos la convocatoria por alguien que no se sabe quién es. Seguro que toman cartas en el asunto y la fiesta no se hace, al menos con el desmadre de aquí. Porque es verdad que está prohibida la venta de alcohol en el recinto universitario, por eso se buscó la trampa y lo que se vendía eran golosinas (chuches que dicen ahora) y por la compra de dos piruletas te regalaban una botella de .... O sea, como si fuera un supermercado con el regalo añadido, que en este caso siempre era alcohólico. Casualidad. El rector se alarma de la permisividad, de que nadie haga nada, cuando alguien debe tener competencias. El día que suceda algo grave nos enteraremos de quién es el responsable, que seguramente aducirá que creyó oportuno no intervenir porque nunca había pasado nada. En fin es el mundo al revés. En las escuelas hay ahora campañas para una correcta nutrición y en la Universidad se practica la bebida en grandes cantidades hasta que el hígado aguante. De locos.