Diario de León
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PEDRO BAÑOS BAJO
León

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CON LA QUINTA mayor población del mundo (185 millones de personas), Brasil está en plena fase de consolidación nacional, y aún debe hacer frente a enormes fenómenos desestabilizadores internos, como la pobreza en que está inmerso el 30% de sus habitantes, la exclusión social de los 76 millones de negros y mulatos en los que se ceba doblemente la marginación y la penuria, el desempleo que alcanza al 10% de la población activa, los inmensos latifundios que impiden el acceso a la tierra a los desfavorecidos y la concentración de la mitad de la riqueza total en manos de sólo un 10% de mayoría blanca y asentado en las grandes urbes. A ello hay que añadir el desbarajuste policial y judicial, desbordado por una criminalidad salvaje involucrada en todo tipo de actividades delictivas, desde las drogas al tráfico de armas. Baste citar que el índice de asesinatos es tres veces superior al de Esatdos Unidos y que una sentencia por homicidio suele tardar diez años en resolverse. Pero pese a todo, el país de la Samba está posibilitado para convertirse en una gran potencia, y ya empieza, lógicamente, a reclamar el respeto internacional, materializado por sus justas reivindicaciones de asiento permanente en el Consejo de Seguridad y de una plaza fija en la esperable inminente ampliación del G-8. Con una superficie similar a la de Europa hasta Moscú, Brasil significa casi la mitad de Sudamérica. Y la clave está en que el 60% de este vasto territorio es la Amazonia, fabulosa y casi virgen reserva mundial de recursos minerales, forestales e hídricos. No sólo los minerales más estratégicos, como el uranio -entre las primeras reservas mundiales-, están a flor de tierra, sino que la zona del Amazonas dispone en abundancia del que va a ser uno de los recursos más críticos en los próximos años: agua. Sus reservas hídricas son equivalentes a las de Centroamérica, Norteamérica y el Caribe juntas, un 50% mayores que las de toda África Subsahariana, y 10 veces superiores a las del conjunto de Oriente Medio y Norte de África. Con los últimos descubrimientos de yacimientos petrolíferos en sus aguas atlánticas, Brasilia ya cuenta con unas reservas probadas de crudo de buena calidad equivalentes a un tercio de las de Venezuela y similares a las de Méjico y Nigeria, lo que le va a convertir en exportador de tan estratégico elemento. El gobierno brasileño, además de ser pionero en biocombustible (etanol procedente de la caña de azúcar), ha apostado fuerte por el desarrollo de la energía nuclear, y no sólo en el campo civil (las dos centrales nucleares actuales se van a convertir en ocho). Las órdenes transmitidas a la Armada son desarrollar un reactor nuclear de uso cívico-militar, lo que significa el dominio del ciclo completo del combustible. Las centrifugadoras para el enriquecimiento de uranio, de tecnología propia, ya están muy avanzadas y el objetivo estratégico militar es disponer de un submarino de propulsión nuclear (lo que no implica necesariamente portar armas nucleares) en un plazo máximo de ocho años. Con unas fuerzas armadas de tan sólo 300.000 hombres (190.000 pertenecen al Ejército de Tierra), relativamente pequeñas para su población y sobre todo para su extensión territorial, Brasil se sabe envidiado y codiciado por su magníficas reservas de todo orden, y es consciente de que debe saber defender sus estratégicos valores ante la rapiña que se avecina por parte de los países más industrializados. Así, sus dos zonas fundamentales a proteger son la Amazonia y sus aguas territoriales en el Atlántico. Para la primera dispone de 27 brigadas, de las cuales sólo tres son acorazadas, pues es perfectamente consciente que la confrontación en la selva no se puede dar entre grandes unidades ni con elementos pesados, pues el hostil ambiente hace materialmente imposible tanto el desplazamiento como el apoyo logístico. La única posibilidad es el enfrentamiento entre muy pequeñas unidades ligeras, para lo que el ejército brasileño lleva años creando Pelotones Especiales de Frontera e instruyéndose en las acciones irregulares, como las guerrillas, los golpes de mano, las emboscadas, las tácticas subversivas, las operaciones psicológicas (para conseguir el fundamental apoyo de la población local) y todo tipo de operaciones especiales, mucho antes de que se pusiera de moda, tras el 11 S, hablar de la guerra asimétrica. Se han convertido en verdaderos maestros del dominio de la jungla, sabiendo que en estas acciones reside su verdadera capacidad de disuasión y defensa, incluso frente a ejércitos teóricamente más poderosos y dotados de alta tecnología, buena parte de la cual se muestra inútil en este escenario, como el empleo de los satélites o las comunicaciones radio. Además, su sistema de servicio militar obligatorio hace que tenga permanentemente un mínimo de un millón y medio de reservistas capaces de integrarse en poco tiempo en unidades y controlar completamente el área del Amazonas, haciendo que un posible agresor tenga mínimas probabilidades de éxito en una acción puramente militar. El efecto disuasorio se complementará en el mar con ese futuro submarino de propulsión nuclear, con aporte tecnológico francés, dotado de una mucha mayor autonomía de navegación en inmersión. Sin duda, la samba va a venir marcando un ritmo atronador e incluso nuclear. Y muchos serán los que tengan que bailar su música.

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