Diario de León

TRIBUNA

No hay milagros económicos sin reformas estructurales

Publicado por
MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ
León

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LA ECONOMÍA española ya no crece como crecía, es verdad. Desde 1994 el PIB ha experimentado un empuje sorprendente por su intensidad y fortaleza, el modelo español de crecimiento encajó perfectamente con las necesidades existentes durante estos años, aunque desde hace algunos han venido apareciendo ratios que apuntaban un desajuste: la inflación, el endeudamiento de las familias, el endeudamiento externo, el déficit de la balanza comercial, el grado de temporalidad de los contratos colectivos, costes laborales, tasa de paro,¿ Ahora bien, aceptando el pesimismo en las previsiones de crecimiento hasta bien entrado el año 2011, hay que apuntar que crecer se sigue creciendo, poco, es cierto, pero se crece. Este panorama tan desolador que todos los medios de comunicación no se cansan en presentar, más allá de nuestras fronteras pierde bastante su trascendencia. Independientemente de USA, la economía mundial crecerá este año y el siguiente y el siguiente; a pesar de la falta de liquidez de los mercados financieros mundiales, de los precios de las materias primas, de la energía¿ a pesar de todo. El mundo ya no depende, al menos como lo ha venido haciendo hasta ahora de la fortaleza de una economía (USA). Cada vez tienen más repercusión en el panorama mundial otros mercados que se constituyen en motores alternativos: los mercados asiáticos. Y si Europa crecerá y el mundo crecerá: ¿por qué nosotros no? Se impone un análisis estratégico serio y profundo que busque mejorar nuestra competitividad frente al resto de nuestros competidores tal y como lo hemos venido haciendo durante todo este tiempo. Lamentablemente a día de hoy, nuestros políticos parecen no ser capaces de visualizar la situación manejándola a su antojo como arma arrojadiza. Recientemente hemos conocido un primer paquete de medidas que el Gobierno ha diseñado para tratar de paliar en lo posible la tan manida desaceleración económica, aunque no serán las únicas según ha avanzado el Ministro de Economía. En una primera aproximación hemos de apuntar que cualquier esfuerzo que se realice para mejorar es muy positivo por lo que significa de tomar conciencia de la situación actual y la necesidad de no quedarse de brazos cruzados esperando que otros nos la solucionen. Analizando el paquete de medidas hay que calificarlo, al menos, de insuficientes, de un impacto muy limitado, que en poco o nada va a tener su reflejo en el crecimiento económico de este año, que tenazmente irá haciendo que el Gobierno rebaje sus previsiones de crecimiento a lo largo del ejercicio, para dejarla, como dicen todos los organismos e instituciones públicos y privados por debajo del 2%. A la espera de un nuevo paquete de similares efectos, se puede hacer un ejercicio de especulación sobre el papel que toman los Gobiernos ante las crisis económicas, porque analizando los datos históricos no es tan fácil constatar su eficacia y en muchos casos su gestión ha contribuido a su agravamiento. Hoy, fruto de estas disquisiciones, están apareciendo voces que exigen una mayor implicación en la economía y aprovechan para poner en solfa el sistema capitalista al que colocan al borde del fracaso; y otros que entienden que el mercado por sí solo puede autorregularse y sin interferencias alcanzará la recuperación indefectiblemente. Al margen de una teoría u otra la economía española, y no será por informes que no lo hayan denunciado, ha ido perdiendo competitividad, fortaleza y empuje. Durante más de catorce años hemos crecido basándonos en un modelo que por el lado de la demanda se sustentaba en un consumo extraordinario y por el lado de la oferta en unos costes laborales muy bajos, en relación al resto de competidores, unido a una cualificación profesional medio y medio-alta. Pero con el imparable efecto globalizador de la economía actual esas ventajas competitivas se han perdido y el consumo muestra importantes síntomas de agotamiento, los datos están ahí sin detenernos en el sector de la construcción. Es difícil que con 11 medidas se solucione la situación actual, remontando el vuelo con la fortaleza anterior. Nada hace pensar en eso y aunque fueran otras diez no lo harían. El Gobierno no puede pretender ser un cirujano que corta o extirpa, cose y da el alta al enfermo, desgraciadamente. En cambio puede fijar una serie de líneas de actuación que establezcan unas bases sólidas para aguantar durante muchos años el próximo crecimiento porque esta desaceleración o crisis ya no la salva. Será el mercado, si es capaz de dejarle libre, el que busque salidas más o menos duraderas para sortear las nubes que se avecinan. Mientras, el Gobierno ha de edulcorar con medidas puntuales el transcurrir hasta que se revoque la situación, con políticas sociales o fiscales para tratar de mantener cierta intensidad en el consumo pero manteniendo un criterio de ahorro y austeridad. A corto plazo nada más. Y para los políticos, ¿hay algo más allá del corto plazo? Keynes, tan atractivo en su metodología como peligroso en sus aplicaciones, decía que «a largo plazo todos muertos». Ha de existir un plazo no tan largo donde se requiera de la intervención del Gobierno a corto (pensar a largo actuando a corto) y establezca las estructuras fundamentales de crecimiento que aporten competitividad a nuestra economía. En primer lugar, se hace imprescindible un análisis de la situación actual comenzando por la «res publica». El peso económico y social que descansa sobre las cuentas del estado requiere de una excelencia en su gestión y una mayor eficacia en la aplicación de sus recursos. En la actualidad y a un ritmo extraordinario hemos alcanzado unos logros fundamentales en los servicios públicos básicos: educación, sanidad, justicia,¿ aunque no es éste el momento para analizar la calidad de estos servicios. Ahora se impone una eficiencia en la gestión, una mayor transparencia y control de los mismos y una nueva reordenación de su estructura evitando choques entre competencias de las diferentes entidades, desde la estatal a la local, y aquí las nuevas tecnologías pueden jugar un papel importante en el objetivo final de facilitar una mayor aproximación al administrado. Precisamente, la educación es otro de los grandes problemas con que nos encontramos en el desarrollo social y económico. No existe un sistema educativo que permita dotar de las aptitudes necesarias para un desarrollo personal y profesional. Es imprescindible definir una estrategia a largo plazo como motor del desarrollo. Esto no es nuevo pero sigue sin hacerse. Sin un sistema educativo básico es imposible tener una universidad moderna, dinámica y creadora de conocimiento. Por lo que el tan manido esfuerzo de I+D en forma de subvenciones discrecionales a las empresas no tiene en la práctica su continuidad en el mercado, porque falta el elemento diferenciador que es el humano. De lo anterior se dirime una mano de obra de baja cualificación y capacitación en un mercado de trabajo excesivamente regulado y legislado produce importantes desajustes que habría que solventar buscando fórmulas flexibles que se adapten a las necesidades de las empresas. Pero a pesar de todo lo anterior, de la urgencia y la necesidad de los cambios, lo más importante y primero es conseguir que nuestros políticos entiendan que las medidas de hoy son los pilares del mañana y que hoy poco podemos hacer y en la mayoría de los casos lo que hagamos será para empeorar, pero que se requiere de una visión no cortoplacista para entender que el desarrollo futuro será el resultado, más de lo que hagan los que vengan, de lo que hicieron los que estuvieron.

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