Diario de León

EN EL FILO

Las difíciles opciones de Rajoy

Publicado por
ANTONIO PAPELL
León

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DE SPUÉS de las defecciones de Eduardo Zaplana y Ángel Acebes, que eran indispensables para que la formación conservadora pudiera comenzar a hablar de renovación, y luego del nombramiento de Soraya Sáenz de Santamaría, las bases populares, y muy especialmente las pertenecientes a la generación intermedia entre la joven Soraya y el propio Rajoy, han comenzado a exigir crispada e imperativamente al presidente del partido que comience a revelar quiénes formarán parte de su nuevo equipo con el que concurrirá al congreso de junio. El nerviosismo es comprensible por dos razones: de un lado, porque es lógico que los políticos profesionales, que en este caso están en la oposición -y tienen por tanto escasas prebendas que repartirse-, sientan zozobra por su propio destino. De otro lado, porque Rajoy, presionado por posibles competidores, cometió el error de manifestar que piensa presentarse al congreso «con su propio equipo». Esta declaración significa que el que encabezaba hasta ahora no era propiamente el suyo, el de su completa confianza -y no le faltaba parte de razón-, lo que constituye un pueril desaire hacia sus conmilitones. Sucede sin embargo que el congreso de junio se está planteando desatinadamente. Si junto a la candidatura de Rajoy, ya explicitada con toda solemnidad, hubiera otras más, el aparato popular iría tomando posiciones, como hicieron los cuadros socialistas en vísperas del congreso del 2000 que elevó a Zapatero al liderazgo, en reñida competición con otros aspirantes. Pero la voluntad implícita pero evidente de Rajoy de concurrir en solitario, así como sus prisas por conseguir cuanto antes los avales necesarios -parece que ya ha comprometido dos mil de los tres mil compromisarios- están convirtiendo el congreso en una especie de plebiscito. Así planteado, el cónclave aclamará sencillamente al líder, quien dispensará sus dádivas entre quienes estén más próximos a su persona. En definitiva, es manifiesta una curiosa, y peligrosa, paradoja en el seno del desorientado Partido Popular que, como el propio Rajoy reconoce, se halla en momentos difíciles: si Rajoy anunciase ya su equipo, no habría verdadera necesidad de celebrar congreso alguno. Bastaría con crear una gestora o institución similar puesto que los asistentes al encuentro valenciano no tendrían la menor libertad de maniobra para elegir a sus cuadros dirigentes entre opciones diversas. Hasta cierto punto, tiene razón Mayor Oreja cuando dice quesería bueno que los santones del partido -Aznar, Rato, él mismo- intervinieran de algún modo en la adopción de una estrategia de renovación a largo plazo que otorgara al PP posibilidades de salir de la crisis en que le ha sumido esta segunda derrota. Pero, en realidad, lo que habría de hacerse es un congreso en toda regla, con igualdad de oportunidades para todos quienes piensen que tienen algo que aportar. Porque la marcha de la vieja guardia aznarista no es en sí misma una renovación. El PSOE no se renovó en absoluto cuando Almunia y Borrell dejaron de aspirar al liderazgo. Rajoy se aboca a un error irreversible: si consuma este planteamiento autocrático del congreso y del partido, comenzará a padecer una creciente y explicable oposición interna. Y la única forma de evitarla es legitimándose ante sus correligionarios, compitiendo con ellos en buena lid, reconociéndose «primus inter pares» y no líder indiscutible, todavía ungido por el dedo de Aznar y con dos graves derrotas a sus espaldas.

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