Diario de León
Publicado por
MAGÍN LÓPEZ ALBA
León

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NUNCA ME PARECIÓ justo que se llamase «Día de la mujer trabajadora» al día elegido para honrar a la mujer asalariada, pues con ello, en mi opinión, se ofendía a todas las amas de casa, como si ellas no trabajasen o como si su cometido no fuese aún más vital que hacerlo fuera del hogar. Llamar «mujer trabajadora» a sólo las que prestan servicios lejos del domicilio es, cuando menos, una ingratitud hacia otras muchísimas mujeres. Ya sabemos que el trabajo del ama de casa no se cuantifica en términos de PIB, de masa salarial, de productividad y de otros altisonantes tecnicismos de la macroeconomía, tan de actualidad. Sin embargo, el ama de casa participa, y muy activamente, hasta en la productividad de su marido y en la dedicación de éste al puesto de trabajo. No es igual que el trabajador esté pensando en qué comprará, en qué cocinará o en cómo estará su casa, que saber que cuando llegue tendrá la mesa puesta. Pero con ser mucho no está aquí el punto capital de la importancia del ama de casa. Hoy, con la mujer incorporada al mundo laboral, y mientras no se adopten importantes medidas correctoras, (no parches propagandísticos), han perdido las madres, han perdido los hijos y ha perdido la sociedad. Los padres y los hijos son padres y son hijos de fin de semana solamente. Ya los padres no gozan de la sonrisa diaria de sus hijos y ya los hijos no crecen al lado de sus padres sintiéndose queridos, protegidos y seguros. Cuando vemos una ciudad llena de grúas levantando edificios, exclamamos: «¡Cómo crece esta ciudad!». Y no es exactamente así. Las ciudades aumentan de tamaño construyendo más viviendas, pero sólo crecen en humanidad, que es lo que más importa, cuando los hijos salen formados en los más profundos valores del ser humano y que difícilmente pueden inculcarles los padres en sólo los días de asueto. No nos engañemos. Para educar bien se necesita amar mucho. En las guarderías a los niños los atienden mercenarios, por dinero, y los abuelos, si afortunadamente los tienen, por obligación. Educar es enseñar a amar y en ello está todo; porque enseñar a amar es enseñar a respetar y a respetarse, y en esto nadie sustituye a la madre que sabe serlo. ¿No decimos que «madre no hay más que una»?. Pues ni los familiares ni los centros sociales la podrán sustituir nunca. A los políticos se les llena la boca, en período electoral, prometiendo lo que pocas veces llegan a cumplir y repartiendo alegremente lo que no es suyo con tal de conseguir que les voten, pero aun así no hemos visto que se acuerden de las pacientes, ignoradas y sacrificadas madres amas de casa. Ellas se pasan la vida cuidando y educando a los hijos, es decir, engrandeciendo a la sociedad, pero cuando enviudan si ya la pensión del marido era corta, aun se la dividen en dos, como si al quedarse la mujer sola todos sus gastos también bajasen a la mitad, y bien sabemos que no es así. ¿O es que acostumbradas a hacer milagros toda la vida con poco dinero tienen que duplicar esas maravillas a la hora de la vejez, de las enfermedades y de la impotencia? Las amas de casa, y más aún las viudas, les pueden dar lecciones de economía, austeridad y buen gobierno al señor Solbes y al señor Zapatero, que o son ciegos o no quieren ver lo que está pasando. Será que ellos tienen la compra hecha y la gasolina se la regalamos entre todos. En lugar de tanto airear los muchos aspirantes a vivir del dinero público la tan cacareada y escasamente practicada igualdad de sexos, ¿por qué no les asignan a las viudas la misma pensión de los maridos para los pocos años que generalmente les van a restar de vida? ¿Por qué la empleada del servicio doméstico puede y debe cotizar a la seguridad social y tener sus prestaciones y el ama de casa no? ¿Acaso el ama de casa no sirve a una unidad familiar con más eficiencia que el mejor de los servicios domésticos? ¿No cuida y educa ella mejor a sus hijos que las guarderías? ¿No atiende a sus mayores mejor que las Residencias de la última edad? (llamemos a las cosas por su nombre). Afortunadamente, no para ellas, pero sí para esta sociedad desagradecida e injusta, que despilfarra el dinero a manos llenas en cosas menos necesarias, empezando por la ya infinita proliferación de políticos que tanto cobran y muy pocos se lo merecen, aún quedan muchas mujeres como Josefina, Pili, Purita, Rosalía, Sagrario, Isabel... y millones y millones de otros desconocidos y aún más corrientes o más extraños o vulgares nombres que día a día, a lo ancho y a lo largo del mundo ponen todo su corazón, su tiempo y su esfuerzo, al servicio de la familia, sin mirar atrás. Es decir, al servicio de la sociedad, que somos todos. Cuando uno coloca en un platillo de la balanza sus méritos e importancia social y en el otro la poca atención que reciben, ganas dan de exclamar: ¡Amas de casa, declararos en huelga de votos caídos, ya que de brazos nunca lo haréis! Sí... ellas son las únicas trabajadoras sin derecho de huelga, sin vacaciones, con horario de veinticuatro horas seguidas, sin días festivos, sin sueldo, ignoradas de los políticos, de los gobiernos y de los sindicatos. En las Residencias de la última edad abundan dignísimas y sacrificadas madres amas de casa, olvidadas hasta de su propia familia. De sus hijos. Y no se nos cae la cara de vergüenza.

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