¿Por qué no se callan? Ruindaz política

LA FAMOSA FRASE del Rey a Chávez vendría al pelo a los nacionalistas periféricos que han hablado de fútbol estos últimos días. Porque ante el discurrir de la Eurocopa, el acontecimiento deportivo que más expectativas e ilusión ha levantado en los últimos tiempos, el nacionalismo ha puesto la nota discordante. Varios representantes de partidos nacionalistas vascos y catalanes han levantado la voz -cuando se les ha preguntado, eso sí-, para ofrecer un pronóstico y unas preferencias contrarias al resto del país. Urkullu, por ejemplo, afirmó en una entrevista que él apoyaba a la selección rusa en el partido contra España. El líder del PNV justificó su respuesta con el peregrino argumento de que, al no contar el torneo con la representación de una selección de Euskadi, no se siente obligado a ponerse del lado de la Roja. Puigcercós aseguró que él iba con la selección turca... ¿No tendrán sentido del ridículo estos pintorescos personajes? LA CASUALIDAD no existe en política y todo tiene su razón de ser. Por ello, es absurdo que el ex consejero de Transportes y ex Consejero de Sanidad Manuel Lamela haya tratado de hacernos comulgar con ruedas de molino al considerar «absurdo» ligar su salida del Gobierno regional a su apoyo al líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, en el Ccongreso del pasado fin de semana en Valencia y al tapar la realidad afirmando que las remodelaciones de Gobierno están dentro de la «normalidad democrática». También lo es que Esperanza Aguirre haya atribuido los ceses a «la crisis económica». Es inútil negar que no es normal un cambio tan drástico a un año de la formación del gobierno autonómico tras las elecciones, ni es puro azar el hecho de que salgan del gabinete precisamente aquellos dos consejeros que han sido incluidos por Rajoy en la Ejecutiva, en la que Alberto Ruiz Gallardón ha conseguido una representación privilegiada. Cuando la política llega a estos parajes de las pequeñas vindictas y de las ambiciones insatisfechas en el interior de los partidos, muestra su faz más ruin.