Diario de León
León

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LOS líderes mundiales hicieron una promesa en el año 2000: acabar con la pobreza en el año 2015. Para ello se marcaron los denominados Objetivos de Desarrollo del Milenio. Ocho años más tarde, 57 millones de personas se han sumado a los 900 millones que pasan hambre en el mundo. La constatación, cada vez más frecuente, de la inoperancia de los políticos para sacar adelante sus promesas hacen necesaria más presión social. Una promesa no es nada, no sirve para frenar la muerte de diez millones de niños y niñas menores de cinco años que fallecen cada año por causas evitables. A siete años vista para que cumpla el plazo que se dieron en la reunión de alto nivel en Nueva York no hay avances, sino retrocesos. Cada vez más gente se muere de hambre mientras que el 10% de la población mundial disfruta del 70% de los recursos mundiales. La FAO dice que hay suficientes recursos en el Planeta para alimentar a 12.000 millones de personas. Con una sencilla regla de tres, y puesto que la población mundial todavía no llega a esa cifra, cada persona podría recibir una dieta de 2.500 calorías al día, es decir, estaría sobrealimentada. ¿Qué pasa entonces? Las normas del comercio internacional hacen que los pobres sean cada vez más pobres mientras se dedican a trabajar para abastecer las necesidades del denominado Primer Mundo, ese en el que estamos cómodamente instalados. La Semana de la Pobreza Cero vienen a remover conciencias y a sensibilizar de la importancia que tienen los movimientos sociales para presionar a los políticos para que cumplan sus promesas, que lleven a cabo políticas agrarias justas y se acabe con la especulación de los alimentos de primera necesidad. No hay nada mejor para combatir el hambre que alimentar la mente.

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