Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER | VICTORIANO CRÉMER

No nos quieren en el G-20

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LA VERDAD es que el que tiene el honor de suscribir la presente comunicación no sabe casi nada o nada de lo que es el G-20, ni de lo que significa este foro creado para el general acuerdo entre las naciones. Siempre hemos escuchado con el respeto que nos produce el poder que tanto este G-20 en danza como el G-7 o el G-8 significan en la marcha general de los pueblos.

Y si a los españoles los componentes de la reunión universal de los pueblos con poder, dinero e influencia sobresalen de entre el conjunto de los pueblos, por algo será.

Lo que nos falta a los arrinconados hispánicos es conocer con exactitud cuales son o pueden ser las razones por las cuales a la Argentina por ejemplo se la invita a la reunión y a la España del señor Zapatero se la excluye. Esta decisión de los supremos poderes universales nos ha producido primero estupor, después un cabreo imponente dado que nadie se ha adelantado a explicarnos por que no somos queridos para amigos y compañeros de aventuras, sobre todo en este tiempo en el que estamos peleando, en el cual parece ser que debieran incrementarse los lazos de entendimiento, de colaboración y de ayuda mutua. Personalmente tengo pruebas muy personales de lo que significa caer mal a quienes deparan la unión y el entendimiento para sobrellevar con dignidad los azares de la circunstancia.

Y si Ortega dejó escrito lo de que el ser humano, por muy alto que aparezca en el cartel, no es sino una parte de la circunstancia, el hecho de que el presidente de la convocatoria para la reunión de Washington, la marginación decretada es un insulto, una injuria, un acto de mala intención. No nos aman, no te ama me decíale personaje del cual en cierto modo dependía mi estabilidad personal. Y el solo enunciado de que un poder de tal magnitud te mantenga en su lista de marginados ya supone un estado de inferioridad que determina, por las malas, tu expulsión de la relación de los pueblos importantes y con capacidad de influir. Esta manera de entender el poder y la forma de interpretarlo y de imponerlo es la que ha contribuido a la división entre los pueblos y entre los hombres. Y a España, al parecer, le ha tocado la bola negra que le precipita en la bolsa de los rechazados.

¿Por qué? Quizá por unos pecadillos veniales pero dolorosos en vanidades sensibles, o porque cada perro se lame sus pulgas y alguien ha decidido que los españoles nos rasquemos en solitario. Los pueblos del G-20 no nos quieren como nos rechazo en su día el foro, el G-7 y el G-8. Somos un pueblo humilde y errante y no damos para más. Y la prueba de que no nos sobran vanidades y pretensiones es que llegado el momento de disponer, se nos margina y se nos considera como un país de segunda-¦

Y se acabaron las presunciones aplicadas a nuestra manera de ser, a nuestra historia y a nuestra forma de matar a nuestras muchas pulgas.

Ni somos más ni menos de lo que somos, y la triste figura de nuestro señor Presidente mendigando de puerta en puerta un puesto en la imponente reunión, más bien nos da pena, mucha pena. No por el señor presidente, que para eso está, sino por el mísero español víctima segura de una confusión.

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