Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER | VICTORIANO CRÉMER

Dejemos atrás el viejo 2008

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VICTORIANO CRÉMER
León

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¡Y QUE SEA para bien el 2009! por más que el prólogo de dinamita tampoco nos permite tener demasiadas esperanzas en mejorar de suerte: Tres dinamiteros según parecen en lugar de dedicar sus ocios festivos a la explosión de la alegría que produce un año nefasto, se dedicaron a robar un coche cuando menos, aparcado en un lugar de Vizcaya, esa tierra mártir sometida a las veleidades violentas de unos instintos selváticos y una vez que consiguieron y seleccionaron el vehículo entre todos cuantos rodaban por este globo terráqueo, le cargaron de dinamita y colocaron el artefacto en el interior de un edificio que algo o mucho debía tener con los medios de comunicación.

Y acomodada la carga, esperaron sus efectos, que, efectivamente, se produjeron tal como los malditos habían previsto.

Afortunadamente no hubo que lamentar víctimas, aunque sí daños colosales. Y la vida, con sus dificultades y recelos, siguió dando vueltas alrededor del sol. Y los autores del ataque a la tranquilidad general se ocultaron bajo tierra, a la espera de que la diestra policía en acción diera buena cuenta de los dinamiteros. El estruendo de las detonaciones fue amortiguado por los impactos de alegría de una muchedumbre de gente dispuesta a ocultar sus problemas económicos y sociales ante la celebración obligada del Santo de las uvas usadas como señal, signo o demanda de una vida mejor.

Porque el viejo y desarrapado año 2008 fue arrastrado hasta la escombrera nacional en la que se depositan los actos y los individuos inservibles y por lo que el pueblo, el vecino, el paisano expresan con desmesura una cierta manera de exaltación y agradecimiento por habérsele brindado la suerte de resistir los embates contrarios de la fortuna, embutiendo en estómagos más bien vacíos, o poco menos, esas perlas engañosas que en resumidas cuentas significan las doce uvas de la esperanza.

Miles, millones de seres inocentes que no tienen nada que ver con las bandas de matones callejeros ni de homicidas de señoras maltratadas, inundaron en la noche de San Silvestre, que me parece que es el apóstol nombrado para protegernos de los malhechores de toda índole y condición y dedicaron sus cánticos, sus gestos, sus ademanes de exaltación a expresar los signos de su gratitud por la vida que se les ha garantizado durante un año singularmente perverso y pervertido. Y con estas expresiones de gratitud, de esperanza y de renuncia cerramos un ciclo del cual no quisiéramos acordarnos.

Con la tompetería de cartón con la que se anuncia la caducidad definitiva de un año y la llegada de otro, con los cánticos y los discursos de costumbre, el buen pueblo sigue intentando engañarse a sí mismo sin conseguirlo, ay, porque nuestras dolencias son graves y los doctores a los cuales corresponde su atendimiento y curación, están siempre en otra parte.

¡Que los malos vientos se lleven los residuos de este plazo de prueba que nos disponemos a enterrar y que el talento, no el talante de los capitanes nos lleven a la victoria, cueste lo que cueste, pero que sea lo menos posible, porque ya no nos quedan fuerzas.

Y España necesita más y mejor gente de la que hay... dispuesta a manejar la historia.

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