Diario de León

CANTO RODADO | ANA GAITERO

Gafas de género

León

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ME dice una amiga que el otro día su hijo de ocho años le intentaba convencer de por qué los pájaros macho volaban mejor, a su entender, que los pájaros hembra. Y, ella, que le veía venir, pero no es ornitóloga, recurrió a la especie humana y a la lógica aplastante de madre y le puso ejemplos de niñas y niños para que el chaval se desengañara sobre los vuelos: «Mira, mi niño, es lo mismo que si me dices que en una carrera de niños y niñas, todos los niños van a ganar a todas las niñas; habrá niñas que corran más que niños y viceversa». Otra cosa son las competiciones, pero en la vida, hijo mío, muchas carreras tienen trampa, se quedó pensando la madre.

«Mujer, ya sabes que una cosa son los pájaros y otra las pájaras», le píe yo para poner el dedo sobre la llaga del lenguaje. No iba ella por ahí, ni tampoco el niño, pero es que de pronto, en medio de aquella conversación, sobrevoló sin querer la desigualdad semántica. Esa falsa dualidad de palabras iguales que son diferentes para el imaginario colectivo según se pronuncien en masculino o en femenino: un zorro puede ser un hombre astuto y taimado, pero nunca un prostituto. Pero una zorra es también una mujer pública, mientras que un hombre público, lo dice el DRAE, es aquel que tiene presencia e influjo en la vida social. Una verdulera no deja de ser una mujer descarada y ordinaria, mientras que el verdulero es persona que vende verduras. Como mucho, en México, alguien puede tener boca de verdulero porque dice palabrotas y groserías. El cargo de secretario sigue siendo importante, mientras que el de secretaria aún se suele entender como la subordinada de un cargo importante y por eso muchas mujeres que son la mano principal, cuando no cabeza, de alcaldes y alcaldesas se resisten a firmar como secretarias.

Si con el lenguaje construimos la realidad hay que erradicar la desigualdad lingüística que invisibiliza a las mujeres tras falsos genéricos masculinos. Las gafas de género son una buena herramienta para corregir las miradas con miopía androcéntrica o con estrabismo sexista. Pero no se compran en la óptica, están en la educación y la curiosidad.

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