Siempre escampa

LOS CREYENTES soportamos mejor el estrés y la ansiedad que los agnósticos, según se afirma en un reciente estudio de la Universidad de Toronto, cuyas conclusiones han sido difundidas por la prensa, tras ser publicadas en Psychological Sciencie . Tras mucho curiosear por la masa gris, de darle al electrodo y al test, los científicos han descubierto que hay diferencias sustanciales en la actividad del cortex cingulado anterior de unos y de otros. El miedo ante amenazas potenciales es el mismo para todos, pero no la intensidad y forma como lo afrontamos. Al parecer, la creencia religiosa actúa como eficaz cota de malla cerebral contra los temores, fundados o infundados. Gracias a su convicción en la existencia de un orden superior al azar, el creyente se desalienta menos ante las adversidades, afirman estos investigadores canadienses. En otras palabras: «Dios proveerá» es mucho más que una frase hecha. ¿Pero realmente provee?, se preguntará mi amigo el agnóstico, sin acritud y por sana curiosidad. Pues la verdad es que sí, siempre termina proveyendo, aunque también debemos admitir que, a veces, el servicio celestial de atención al creyente necesitaría más personal y unos horarios más amplios. Tener esperanza, la segunda de las tres virtudes teologales, no implica ignorar la realidad, sino interpretarla y trascenderla más allá de su condición de cíclope furioso. Los católicos nos sentimos protegidos detrás de parapetos que vienen demostrando su eficacia a través de los siglos. «Nunca ha llovido que después no escampase», nos susurra nuestro cortex cingulado, con su irresistible voz entre angelical y de Barry White con fiebre del sábado noche. Pues eso. Y a ver quién le lleva la contraria.