Críticos

NO SIEMPRE el crítico es un ciego que discute los colores del arco iris, ya que los hay tuertos, pero provistos de un monóculo que sólo les permite ver el cromatismo político. Ahora están proliferando entre nosotros, lo que hace más amena nuestra circunstancia económica. Un autor tan olvidado como Giovanni Guareschi se atrevió a criticar a los críticos, pero se equivocó al meterles a todos en el mismo saco: dijo que eran como gallinas que cacarean mientras otras ponen. En este momento los tenemos de todas clases. El estupendo guardameta del Madrid, Casillas, tan unánime como justamente alabado por la crítica futbolística, le ha reprochado a su club su falta de atención por la cantera y ha dicho que de ese descuido se deriva que entre sus compañeros escaseen los jugadores competitivos para jugar en Europa. Por su parte, teólogos y asimilados han protestado contra los obispos, que son los directivos de su intemporal club, acusándoles de aislamiento y de restringir la libertad. En opinión de estos especialistas en asuntos divinos se ha producido una desviación del espíritu del Concilio Vaticano II. Quizá no vayan descaminados, ni los feligreses ni los agnósticos.

A otra escala no menos digna de observación, son las críticas que han caído sobre José Antonio Griñán, el sustituto de Chaves en la Presidencia de la Junta de Andalucía. A este se le acusa de ser una persona mayor. Si bien se mira, la edad que se requiere para esa ardua misión no es la misma que se necesita para ser un buen centrocampista. Ya sufrió el mismo agravio aquel español que nos enseñó a leer y a escribir, llamado Miguel de Cervantes. El tal Avellaneda le llamó viejo. Cervantes acusó el estúpido insulto «como si hubiera sido en mi mano detener el tiempo, que no pasase por mí-¦».