Diario de León

TRIBUNA

A caos económico, ¿meliflua cobardía?

PEDRO RABANILLO MARTÍNLos ciudadanos/as de esta querida Patria nuestra, empiezan a no embelesarse con los «cantos de sirena» que hasta ahora han venido escuchando

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León

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ES EVIDENTE que estamos inmersos en un caos económico de consecuencias imprevisibles, y lo más grave es que no se atisben luces en el horizonte que iluminen el camino para evitar despeñarnos en el abismo del no retorno a la normalidad. Como el origen de la ruina es debido a la falta de previsión de los expertos llamados a vigilar los lapsus administrativos que aparecen en coyunturas como la actual, no queda otra solución que sustituirlos, al no estar a su alcance encarrilar el tren «descarrilado» en este viaje de retorno al remedio. No se puede esperar con los brazos cruzados a que los demiurgos de la suerte, milagreen acabar con el problema, propiciando que los «polivividores» traten de seguir aferrados al pesebre a fin de garantizarse la «bicoca», que subrepticiamente les llega del cuestionado mundo de la política.

En la campaña a las elecciones legislativas del 2008, asistimos como papanatas a diversos debates televisados entre los partidos que aspiraban a la poltrona gubernamental. Los argumentos exhibidos por los contendientes distaban en los contenidos de forma radical. Daba la impresión de que discutían sobre el día y la noche. Para el partido en el poder, claridad y sol radiante; para la oposición, oscuridad tormentosa y niebla permanente. Lo paradójico fue que el combate verbal lo ganara el «iluminado» que en los «punchs» dialécticos lanzaba «golpes bajos» y defensa folklorista. Los medios de comunicación no regatearon elogios al «vencedor», al tiempo que los afines, los que se dicen independientes, claudicaron al albur de la inopia que produce el ciego y cínico servilismo. El señor Pizarro en «cómoda» postura, aguantaba los «rounds» exhibiendo una educada expresión, que los «aborregados» televidentes confundían con una singular paliza, cuando en realidad se reservaba para la ahora ya tardía y triste victoria final. Pasadas las elecciones, nos queda el resultado que salió de las urnas al amparo de la democracia, por mor de que los electores/as eligieran en libertad. Una vez más entramos en el «garlito» del engaño, al que se pasa con comodidad estrechándose en la salida sin posible marcha atrás. Nos viene a la memoria la sabia fábula de la «zorra y el cuervo», la cual nos muestra que las promesas y lisonjas nos animan a abrir el «pico» de la autoestima y la ignorancia, dejando caer el «queso-voto», y recibiendo en pago la mentira a la convicción y el insulto a la estupidez. Ya va siendo hora de rescatar la sensatez, poniendo en juego la cautela ante las promesas y la razón a la memoria. No debiéramos hipotecar el compromiso de los ideales cuando están en juego nuestra seguridad y la de la sociedad en general.

Es probable que en principio, no seamos capaces de barruntar qué se esconde tras la «dulce» cobardía de los que mandan o aspiran a ello, pero si nos atenemos a los gestos de quienes tratan de llevarnos al «huerto» de sus deseos, no sería difícil averiguar la inclinación a la perversa filosofía que les mantenga bien posicionados/as para ostentar el poder. En un escrito a este diario, publicado con fecha 13 de mayo de 2008, titulado: «Zapatero, Pizarro y la economía que viene» en el cual sugeríamos con cierta vehemencia al presidente del Gobierno, que era un lujo desorbitado para este país que un personaje de la talla profesional del señor Pizarro permaneciera «hacinado» en la bancada del Congreso de los Diputados, con esa experiencia inusual y una valía a prueba de resultados altamente positivos, -”baste ojear a fondo su magnífico historial-” bien debiera incorporarlo a esa delicada gestión económica como adalid indiscutible en la materia, y muy posible «desfacedor del entuerto» que irremediablemente padecemos, exonerándole a la vez del ultraje que sufrió en el debate de triste recuerdo con el ínclito señor Solbes, en el que la exposición de sus tesis, aunque tarde, le dan la razón.

Constantemente oímos en boca de reconocidos políticos, con todo lujo de detalle sobre hechos relevantes invocar la bonita frase: «¡es la grandeza de la democracia!» ¿Por qué el presidente del Gobierno, no tiene la gallardía de invitar a este «galeno» de las finanzas, a intentar curar la grave enfermedad económico-social que padece este país, en la que miles de ciudadanos/as, llenan las «Uvis» de la ruina, donde agoniza el sistema, empujando a la sociedad a la insondable fosa del tercermundismo? Si es que existe el reconocimiento implícito de que esa doctrina es favorable a los deseos del pueblo: ¡póngala en práctica señor presidente!, y olvídese de los antagonismos idealistas que solamente sirven de excusa para favorecer revanchas partidistas y odios irreversibles. España no puede estar a expensas de las trifulcas que la inconsciencia de los políticos/as, llenan de injustificadas «batallas» la obligación del bien hacer. Sería preferible que el «enemigo» le proporcionara un amargo y valiente regalo colectivo, a que los «amigos» le ayuden hoy a un cobarde y dulce triunfo personal y mañana le empujen a una lamentable y sórdida caída.

Los ciudadanos/as de esta querida Patria nuestra, empiezan a no embelesarse con los «cantos de sirena» que hasta ahora han venido escuchando. Esperan que la verdad y la justicia abran las puertas a la esperanza, y que la seguridad venza a la incertidumbre.

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