Diario de León
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Burro amenazado pancho purroy

C ada vez que releo Mis amigas las truchas , de Don Miguel Delibes, me sorprenden sus comentarios sobre los ríos de León y el potente capital truchero en los años setenta. Hoy aquella bonanza es historia, pero más allá de que el piélago ande mustio, admiro la deportividad del escritor. Un ejemplo son sus opiniones sobre la pesca al sereno: -”En la serena, el pescador sabe que está aprovechándose de una ceba casi ciega para hacer la cesta que no consiguió hacer a la luz del día. Mal asunto (poco claro, al menos). El pescador barrunta que los peces se están pescando solos. La varada es ciega, ciego es el trayecto del buldó y ciego el enganche de la presa. También me encantan sus maneras de reflejar el contacto con guardas, pastores y gente de la ribera. Es el caso de la recepción por Paulino, guarda de El Castillo, del pescador vallisoletano: -”¿Quién le manda al Omaña hoy? La trucha no se ceba aquí desde mediados de abril. La pesca de este río ya se sabe; de que la sapina entra en el agua a desovar se acobarda y se mete en la torrentera. ¿Y quién va a sacarla de allí con la cuerda? ¿Eh? ¿Me lo puede decir?

Gustan sus frases sobre la deportividad en el río: -”Un pescador que utilice una cuerda de tres moscos es más deportivo que otro que emplee una de siete con la que barre el río. Finalmente -”y aquí está la madre del cordero-” un pescador que arme un aparejo con un hilo del 16 es infinitamente más deportivo que otro que lo haga con un hilo del 24. Y describe con precisión ciclos biológicos como el desove de las bogas: -Pero si falló la pescata, me fue dado en cambio, contemplar un espectáculo nunca visto: un tumultuoso banco de bogas frezando en una rasera. Los bichos -”grandes, de cuarto amedo kilo-” andaban amontonados entre las piedras, la boca contra corriente, sacando del agua la aleta dorsal o la punta de la cola. Prosa precisa, cuajada de belleza en unos ríos atacados por la rapiña.

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