Diario de León
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Tribuna | José Luis Gavilanes Laso

Escritor

Hay días que, al despertar con la aurora, echas un vistazo a la calle y tienes la sensación de que el orden natural se ha trastornado. En el desconcierto, te frotas los ojos por si acaso continúas modorro del todo, o sufres un «lapsus» de objetividad. Pero no. Como a mí, a muchos de los vecinos de la Avenida de Quevedo nos ha sorprendido ver podar los árboles que adornan y sombrean las aceras en estas fechas estivales. Justo en la época en que el hermano árbol alcanza su máxima lozanía. Desde que hace casi dos décadas moro en esa arteria principal del barrio de El Crucero, vi siempre realizar la poda en época invernal. He preguntado a uno de los podadores, pues en esto de la botánica reconozco mi incompetencia hasta el extremo de ignorar de qué especie arbórea se trata, e incrédulo de que los expertos municipales se hayan estado equivocando durante tanto tiempo. «Mire, me responde el operario con gesto hosco, ya estamos hartos de que los vecinos nos hagan la misma pregunta y que nos miren como a delincuentes. Yo no lo sé, sólo soy un «mandao», y tampoco lo entiendo».

No hace mucho que el concejal responsable de jardines dijo, en un brindis soberbio a los medios de comunicación, que con la nueva empresa contratada por el Ayuntamiento («Acciona») quedaríamos asombrados por la transformación que experimentarían los puntos verdes de la ciudad, absolutamente abandonados, hasta el punto que en breve no los conocería ni la mano que los plantó. No sospechábamos que la orden se cumpliría con tanto celo y precisión. Al menos por lo de «asombrados», entendiendo la «a» inicial de esta palabra como privativa de sombra.

Todavía no recuperado del «asombro», me encuentro a Lesmes, el vecino del octavo, un tipo áspero y más de derechas que el grifo del agua fría, pero hoy con semblante de lujo. Tampoco me resisto a preguntarle a qué se debe la mudanza, esta vez de ánimo: «¿Ha sido usted tocado por quiniela, lotería nacional, «el cuponazo», primitiva, el «pasa palabra»...?» «¡Qué va! Mi mujer, me interrumpe eufórico, que ha dejado de fumar después de treinta años y un día de darle al cilindrín. Dos cajetillas diarias. Un olor a perros en casa. «Dedo de humo», la llamaban jocosamente los chicos». «¿Ha sido por prescripción facultativa, ultimátum familiar, consejo o recomendación amiga, propia voluntad, invocación a San...? ». «Nada de eso, me vuelve a interrumpir, ha sido como consecuencia de la medida de Zapatero, a través de su ministra Salgado, de aumentar el precio del tabaco. Se ha convencido de que es obligado secundar todo gesto que tenga como objetivo limpiar el medio ambiente y mejorar la salud de los ciudadanos.

La señora Salgado, en otro sublime canto mediambiental y de desafío a nuestra inteligencia, ha afirmado que la subida de los carburantes es deseo eucalíptico y popular, como la subida del tabaco, pues contribuye a respirar mejor y afecta sólo a aquellos pocos que tienen coche con motor y carné de conducir, esto es, a los ricos.

Entro en el bar a tomar la caña de mediodía. Abro el periódico al azar y tropiezo con la noticia de que un empresario subcontratado de la construcción se ha subido a una grúa en la Ciudad Deportiva del Real Madrid y amenaza con no bajar hasta que Florentino le apoquine los ciento diez mil euros que le debe. Que si este «ser superior», presidente del club madridista, puede desembolsar, escandalosamente, tantos millones de euros para comprar al Cristiano y al Kaká, que dan patadas y hablan portugués, no entiende por qué él, que habla español y trabaja manualmente, tenga que quedarse sin cobrar. Me saca de la lectura el amigo Dionisio, con una botella de agua mineral en la mano, cuando lo suyo ha sido siempre que el agua pura, fresca y cristalina está muy bien, pero sólo para meter una botella de vino a enfriar. Está seguro que la próxima medida del gobierno Zapatero (probablemente después de las siguientes elecciones, si es que aún continúa en el poder) va a ser la subida del alcohol y hay que empezar a colaborar «a priori».

¡Y uno creía que, con tanta inyección de dinero a Ayuntamientos, Bancos y Cajas, la administración pública, «in puris naturalibus», eso es, en completa desnudez pecuniaria, ha optado por subir los impuestos indirectos sobre el tabaco y los carburantes (próximamente el IVA y los alcoholes), como mejor solución que la imposición directa para reponer las exiguas arcas públicas!

A todo esto hay que añadir, con sus cenizas aún calientes, otro canto a la lógica, la razón y el amor al prójimo, esto es, al mundo como debe ser, consagrado en la última barbaridad de los del lema «asesino, luego existo», con el dramaturgo Alfonso Sastre advirtiendo plagas de dolor, si no hay diálogo, o sea rendición sin condiciones del Estado de derecho. De otro modo, imberbes encanallados, más en edades de fiesta, seguirán actuando sin otra justificación que el odio indirecto y visceral. Justamente el día en que dejaba este mundo infeliz Vicente Ferrer, que consiguió enmendarlo ejemplarmente, aunque nada más haya sido en una pequeña parcela de la India.

Entre tanto, Berlusconi, un frívolo paladín del éxito fácil, es el modelo a seguir, como mejor solución política, por un pueblo que ha asombrado y dirigido el mundo a lo largo de su dilatada Historia con ejemplos clarividentes de sabiduría, ingenio, cultura y civilización.

En este mundo al revés, por disparatado e invertido, todavía, gracias a Dios, no hemos llegado al trueque de papeles, a una enumeración de imposibles, como ver a un asno tocando la guitarra, a galgos que huyen de las liebres, palomas persiguiendo a los halcones, el pez en pos del castor y la oveja tras el lobo, no obstante, todo se andará. A uno le pasa ya, en su enamoramiento por el mundo y la naturaleza, como a aquel pastor de la égloga virgiliana que, abandonado por su amada, dice que no se asombraría ya de contemplar un trastorno completo del orden natural.

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