Diario de León
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León

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Al trasluz | eduardo aguirre

En Shangai, una joven china ha llevado cuatro meses la hoja de un cuchillo en el interior de su pelvis, sin que ningún médico lo advirtiese, aunque ella se quejaba de que al hacer sus ejercicios diarios de tai chi sentía como pinchazos. Pobre Shen Ping. Nuestro primer impulso es exclamar «¡Esto aquí no ocurre!». Pero sí ocurre. Además, para que se `produzcan hallazgos similares tampoco es necesario una negligencia médica, pues quién más y quién menos lleva dentro alguna cuchillada, un hachazo, una descarga de silla eléctrica, incluso la perdigonada de un viejo amigo; por tanto, sin negar que no nos haya chocado que una víctima sea atendida de agresión con arma blanca y la dejen dentro cuatro meses la hoja de un cuchillo de 15 centímetros de largo y 3 de ancho, debemos admitir que no es un hecho tan infrecuente; lo raro sería que se hubiesen dejado olvidado un billete de lotería premiado, un tramo de la Gran Muralla o a Manolita Chen, aunque, eso sí, algunos interiores son un pozo de sorpresas; a un tío mío al operarle de próstata le encontraron la pata de palo del capitán Ahab, pero es que hizo la mili en la Marina. Los adentros, qué misteriosa oficina de objetos perdidos; metes la mano, apartas esto y lo otro, tanteas un poco y puedes sacar, como un mago de la chistera, una vieja lección que tenías olvidada, una balada de amor, hasta un atardecer de tu infancia. Cada interior es un trastero de hechos extraordinarios. Ante esto ¿debemos asombrarnos, más allá de un inicial arqueo de cejas, porque alguien lleve meses dentro el cuerpo del delito? Más de uno dirá con sorna: «Yo, además de la hoja llevo también el mango». Mar adentro tienes un viejo baúl de heridas, donde el perdón todo lo purifica. Ah, los cuchillos olvidados. Ah, el blues de la condición humana-¦

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