Diario de León
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La veleta | antonio casado

No es como los gritos desencadenantes de los procesos de independencia, como el de Yara (Cuba) o el de Dolores (Méjico), pero sí tiene algo de hasta aquí hemos llegado, con sonoro puñetazo encima de la mesa. Según el propio Manuel Cobo, vicealcalde de Madrid, es el irrenunciable grito de la verdad contra la hipocresía, cuando ésta empieza a perder calidad, como nos enseña Beltolt Brecht. Peor sería el parecido con el grito de Munch, cuyo famoso cuadro se utiliza para ilustrar los tratados sobre enfermedades mentales. En todo caso, podría recordar a lo que un grito puede tener de liberador, como los estornudos no sometidos a las reglas de urbanidad y buenos modales. El grito de Cobo, por tanto, es el de ya no aguanto más ante tanta hipocresía y grito a los cuatro vientos la verdad que otros no se atreven a decir por seguir guardando las apariencias. Por no dar cuartos al pregonero. O por no sufrir a los «gestapitos» de la señorita Pepis, que en el lenguaje de Cobo son los que quieren imponer «el silencio de las gallinas» («callan en público y cacarean en privado», dice), a mayor gloria de Esperanza Aguirre.

A mayor gloria del alcalde de Madrid, su número dos se confiesa entregado ciento por ciento a la causa de Ruiz Gallardón, a su vez comprometida al cien por cien con la de Mariano Rajoy. La causa es la de echar de la Moncloa a Rodríguez Zapatero, «por el bien de todos los españoles». Y para ello recuerda Cobo a todos los militantes -incluida Aguirre, que en la primavera de 2008 se postuló como alternativa contra la resignación- la obligación de ayudar a Rajoy a desalojar del poder al «peor presidente que ha tenido España en este período democrático». Por si había alguna duda sobre el planteamiento de Cobo y la intención de su grito mediático, el presidente del PP vasco, Antonio Basagoiti, la despejó con una interpretación coincidente. A saber: «Esto es una guerra de poder. Tenemos que ayudar a Rajoy». Por su parte, la damnificada, Esperanza Aguirre, pide la cabeza de Cobo a la dirección nacional y la dirección nacional responde pidiendo calma y silbando melodías. O sea, marianismo en estado puro, que consiste en tomarse el tiempo que haga falta para saber si Manuel Cobo, miembro de la dirección nacional, es merecedor de alguna medida disciplinaria. Ya hace tiempo que Rajoy es un rehén de la guerra entre Gallardón y Aguirre. Pero no puede ni quiere sacarles tarjeta roja a los dos. No se lo puede permitir con los dos barones del partido con las más altas cifras de facturación en las urnas. Pero tampoco puede quedarse de brazos cruzados ante el grito de Cobo y el desquite que reclama Aguirre. Atentos a la pantalla.

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