Diario de León

El silencio es cómplice de la violencia machista

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Tribuna | PLATAFORMA CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA

La Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce la vida, la libertad y la seguridad como derechos inalienables. Es decir, son inherentes a la condición humana. El Estado y los poderes públicos tienen la obligación de proteger esos derechos. A la sociedad entera y cada ciudadano/a nos queda, por un lado, el deber de exigir dicha protección, y por otro el deber de criticar y denunciar a quienes atentan contra esos derechos. Sin duda, la violencia machista o «de género» atenta contra la vida, la libertad y la seguridad de las mujeres, de modo que sobre la referencia de los Derechos Humanos tenemos la obligación de perseguir y criticar a quien los ataca. No podemos mirar hacia otro lado bajo excusas como «yo no soy de esos» o «a mí no me afecta». Ninguna sociedad (y menos aún si se considera avanzada y democrática) puede permitir que la mitad de la población viva sistemáticamente bajo el riesgo de amenaza o maltrato por miembros de la otra parte. Y más vergonzoso es aún que los verdugos actúen en nombre de una supuesta masculinidad que es más bien bestialidad, aunque no falte quienes la excusan.

La violencia machista tiene una causa principal: la desigualdad de género. Vivimos en una sociedad enferma de desigualdad de género, como es fácil observar en muchos aspectos. El sistema patriarcal sigue muy vigente en nuestra sociedad y las desigualdades se refuerzan dentro del sistema, como sucede con el reparto del poder, la riqueza y el empleo. Las mujeres siguen siendo objeto de discriminaciones y maltratos, de acoso sexual, violaciones y asesinatos. En los países occidentales, tras décadas de movilizaciones y un sinnúmero de víctimas, las mujeres han logrado conquistar importantes derechos, rebajando los privilegios de los hombres. Esto es percibido por buena parte de la población masculina como una amenaza, y aunque la mayoría se declaran partidarios de la igualdad (es lo políticamente correcto), se resisten a perder «sus privilegios», en buena medida porque tampoco los ven aunque los disfrutan.

Ser hombre o ser mujer no es un destino natural, porque hombres y mujeres nos vamos haciendo dentro de cada sociedad a través de un proceso que nos adapta a modelos de género establecidos. En todas las sociedades existen modelos diversos de ser hombre o mujer, pero siempre se mantiene una desigualdad que, en mayor o menor grado, privilegia a los primeros en perjuicio de las mujeres. La violencia machista es una más de las herramientas que el sistema patriarcal proporciona a los hombres para perpetuar su dominio, aunque bien es cierto que cada vez con menor apoyo legal y social. Existe una responsabilidad personal de los maltratadores, pero existe también una responsabilidad del Estado cuando no se ponen los medios adecuados para garantizar los derechos de las víctimas. Son necesarias medidas tanto correctivas como preventivas, siendo la justicia y la educación ámbitos principales para aplicar unas y otras. La violencia machista será el plato de cada día si no somos capaces de cuestionarnos qué tipo de sociedad genera maltratadores. Sabemos que el problema no es simple, pues requiere actuaciones en muy diversos ámbitos y los resultados pueden hacerse esperar. Pero eso, antes que desmoralizarnos, debe servir de estímulo porque es mucho lo que se puede hacer para acercarse al objetivo final.

Cuando la sangre es de una mujer maltratada, la herida es de toda la sociedad. Basta ya de excusas. Individuos, organizaciones e instituciones sociales, cada cual en su ámbito, tenemos mucho que aportar. Pongámonos a ello sin esperar a que haya más víctimas, asumiendo que «el mejor día para empezar es siempre hoy». No habrá una verdadera democracia mientras no exista una verdadera igualdad. Somos muchas las personas hartas del machismo y sus métodos, pero tenemos que ser aún más. Es tiempo de acción, no de silencio, y toca tomar partido para no ser cómplices de esta barbarie. Como dijera M. Luther King: «Quiero tu complicidad para que cuando reflexionemos sobre la violencia nos parezcan tan graves las fechorías de los malvados como el escandaloso silencio de los buenos hombres».

tracking