Contagios nacionalistas
Con viento fresco José a. Balboa de paz
Aunque el nacionalismo es inasequible al desaliento y todo fracaso lo metaboliza como si de un triunfo se tratara, los resultados de las consultas celebradas en 166 municipios catalanes la semana pasada sólo pueden ser entendidos como un auténtico fiasco. Cuando sólo un 27% del censo -”un censo aumentado con jóvenes de dieciséis años y numerosos metecos traídos de rondón-” se acerca a las urnas, quiere decir que la inmensa mayoría de los ciudadanos de Cataluña pasa de esas payasadas; pues lo que realmente les preocupa es la crisis económica, la corrupción política y, si acaso, las seis victorias del Barça; no las cuestiones identitarias y mucho menos las propuestas independentistas. Tras el fracaso, algunos partidos nacionalistas se desmarcan y acusan a otros de la chapuza de la consulta. Pero, aunque los resultados soberanistas hayan sido negativos, el objetivo parece claro: dividir y fragmentar a la sociedad catalana, hacer visible el rechazo de España por una parte, aunque minoritaria, de Cataluña, y sobre todo mandar un nuevo mensaje chantajista al Tribunal Constitucional.
Como estamos en un León nevado, en el que el frío arrecia y los virus se propagan con rapidez, la gripe nacionalista llega en volandas a León. La UPL, ante el éxito del nacionalismo catalán, estudia convocar igualmente un referéndum no vinculante para conocer si los leoneses desean o no pertenecer a la comunidad de Castilla y León. Acallado de momento Abel Pardo tras los escándalos de la Llionpedia, salta ahora al ruedo Javier Chamorro, teniente alcalde del ayuntamiento de León, como nuevo adalid de las posturas más intransigentes de la UPL y así desmarcarse de los pragmáticos al estilo Joaquín Otero, hoy ya fuera de ese partido. Probablemente esta iniciativa no es sino la consecuencia de una ingesta excesiva de alcohol durante la cena de Navidad, que hace algunos días celebró la militancia leonesista. Lo digo porque la UPL nunca ha clarificado cuál es el ámbito, no ya de esta consulta, sino de su concepción territorial leonesa: León solo, León con Zamora y Salamanca, León con Asturias, etc., y por tanto, no sabemos cuál sería el ámbito de la misma.
El alcalde de León, por principios o por los votos de la UPL, ha salido rápidamente a los medios para proclamar su voto afirmativo. A Francisco Fernández le importa un bledo la comunidad y aún menos la postura del PSOE regional al que, en esto como en otras cosas, por ejemplo la fusión de Caja España, pone continuamente en un brete. Quizá por ello, Ibán García, más cauteloso, se cuida mucho de clarificar la postura del PSOE leonés en una consulta de esa naturaleza. El secretario de organización de ese partido, además de no contradecir la postura regional, probablemente conoce mejor la realidad de la propia provincia y sabe que las ansias autonomista apenas superan la cerca de la propia ciudad. Me hace gracia que Chamorro, antes de la consulta, hable por todos los leoneses diciendo que la mayoría de éstos son partidario de la separación de León de Castilla y León. Yo, por el contrario, tengo muchas dudas a ese respecto y, aunque no hablo por todos los bercianos, si sé de encuestas hechas hace unos años en las que el no a León solo era, en esta comarca, mayoritario.
Aunque la Junta considera ilegal dicha consulta, creo que no estaría mal realizarla para acallar de una vez a tanto leonesista vocinglero. La participación aquí, en mi opinión, aún sería menor que en Cataluña, aunque como dije al principio, también los leonesistas son muy propensos a metabolizar sus derrotas y presentarlas como victorias. Creo que a los leoneses lo que les preocupa no son cuestiones folklóricas e identitarias, sino los problemas agobiantes de la crisis: los créditos a la vivienda, el problema de la minería, el abandono de los pueblos y la despoblación, la política agraria. Tras la consulta, la UPL puede ir pensando en cuestionar, como en Cataluña con los toros, alguna fiesta común, y así seguir dando la lata un rato más. ¡Para eso les pagamos!