Diario de León
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A la última | rosa villacastín

Imagino a Díaz Ferran con su grupo de asesores de la CEOE pensando cómo hacer patria, cómo ayudar a la gente joven a salir del pozo en el que están metidos, sin presente y sin futuro, sin un trabajo digno que les saque del limbo laboral en el que se encuentran. Hasta que en un momento dado, uno de ellos se pone rojo como la grana y empieza a dar saltos ante el estupor general. Asustados por si le hubiera dado un ataque de locura, le preguntan qué ocurre..., es entonces cuando otro de esos lumbreras grita ¡eureka!

Por fin habían encontrado la solución para salir de la crisis. Una propuesta de creación de empleo que ha logrado lo que parecía imposible: unir como una piña a todos los agentes sociales contra la patronal, bueno a todos no, a Montoro, el ex ministro del PP no, porque no quiere que nadie le agüe la fiesta. Cuando horas después enviaron a los medios de comunicación ese engendro lo hicieron sin que se les cayera la cara de vergüenza, convencidos como estaban muchos de ellos de que habían dado con la fórmula mágica que podía sacar a la clase empresarial del atolladero en el que nos han metido a todos, porque todos tenemos a alguien, un amigo, un familiar en el paro y sabemos como lo están pasando de mal, de igual manera que sabemos como hoy, en este mismo momento, se está despidiendo a gente sin darles tiempo siquiera a que recojan sus cosas personales, como se contrata a los jóvenes los lunes para despedirlos los viernes y así ahorrarse la Seguridad Social de los fines de semana. O como se externalizan y subcontratan servicios, con el personal incluido, para abaratar costes con unas víctimas muy claras: el personal externalizado. No dudo que hay empresarios honestos, que dejan de ganar para mantener a sus empleados porque saben que sin ellos no podrían abrir su pequeño comercio, o el pequeño taller, pero tampoco dudo de que son muchos los que están despidiendo a gente porque no quieren poner en riesgo su patrimonio personal. O ¿alguien se cree que alguno de los que más se quejan se han ido a vivir a un pisito de la periferia después de la debacle inmobiliaria? Yo no, yo les veo pasear a alguno de ellos por mi calle los domingos como si nada hubiera pasado, como si la quiebra de sus empresas no fuera culpa suya y sí del sufrido contribuyente.

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